Los medios son los nuevos cañones, así que la guerra proteccionista está en marcha y cursa, de momento, con mensajes-bombardeo sobre las opiniones públicas internacionales. Digo de momento porque en anteriores ocasiones al final acabaron sonando los obuses fetén.

La última es una campaña mediática italiana donde se anima a salir corriendo de los bancos españoles, asfixiados por la morosidad de hipotecados, promotores y constructores. Algunas informaciones anuncian, entre otras tormentas, un paro del 25 por ciento, que es como decir una revolución, porque el personal en algún momento dejará el pastueño dormitar actual y ya se sabe que esas cosas cuanto más tardan en saltar más explosivas acaban resultando.

El mensaje ha tenido su eco y los inversores se están volviendo a poner cortos en las bolsas españolas. Es decir, apuestan por caídas de los grandes valores, que es la forma más eficaz -en la línea de la profecía autocumplida- de que realmente bajen. La CNMV ha reactivado medidas restrictivas, pero ¿quién le pone puertas al campo?

La alarma italiana se fundamenta en que el ladrillo está quebrado y arrastra a la banca. Para sortear semejante dominó infernal el Gobierno está llevando a la quiebra a la nación entera, ya que endeudarla sin cuento como está haciendo es una forma infalible de arruinarla.

Tal ecuación me temo que es correcta. Los italianos dicen que por ahora los bancos españoles están mostrando mejor rostro que sus homólogos europeos, pero sólo mediante mañas que no se van a poder mantener mucho tiempo más.

En resumen: lo peor de la crisis aquí todavía no se ha visto. Eso afirman los italianos, pérfidos, ya que competidores en este neoproteccionismo en marcha. ¿Tienen razón? Vamos a dársela, pero creo al mismo tiempo y por eso mismo que están aún peor, y así lo escribo, porque lo pienso y porque, además, donde las dan las toman: andanada del quince y medio y que se rasquen.