Julián Marías fue muy certero al hablar de Jovellanos cuando dijo que el mayor problema del ilustrado gijonés era que tenía estudiosos y que, sin embargo, apenas contaba con lectores. Digo esto porque, Cascos, que tan presente parece tener al polígrafo asturiano, cuenta, sin duda, con fervorosos incondicionales, aunque acaso no ande muy sobrado de personas que lo apoyen sin incurrir en servilismos exacerbados. Y, de otro lado, entre sus adversarios, parece haber cundido la consigna de negarle a este hombre la evidencia, es decir, muchas de las cosas que hizo por Asturias que no llevaron a cabo gobiernos socialistas, tanto en el ámbito nacional como en el asturiano.

Es el caso que se ha generado todo un huracán político tras las declaraciones transferidas que publicó este periódico. Es muy razonable que el ex ministro de Fomento se pregunte por qué apenas hay reacciones en Asturias tras los agravios y retrasos que esta tierra está padeciendo en infraestructuras cuya ejecución corresponde al Gobierno central. No sería de recibo, desde luego, quedarnos fuera del AVE, mientras que las comunidades vecinas lo tengan garantizado.

A mí me inquieta que, en efecto, apenas se haga oposición. Pero también me parece preocupante que un político de su talla no salga directamente a la palestra en vez de delegar, al menos en primera instancia, en doña Mercedes Fernández, haciendo de portavoz de sus afanes y desvelos. ¿Por qué esa debilidad hacia personas que, más allá de la lealtad inquebrantable, gracias a la cual vinieron consiguiendo importantes nombramientos que no fueron consecuencia de los méritos adquiridos, ya que cosecharon fracasos políticos continuos? ¿Es el sino de la vida pública en este país, y no sólo en el ámbito político, apostar por la mediocridad?

Y, más allá de esto, de las declaraciones transferidas y de las mezquindades por parte de quienes le niegan a este político lo que hay en su haber, al menos con respecto a Asturias, el mero anuncio de que acaso se esté planteando un regreso a la política, despierta un terremoto político. Si hubo un rey de Francia que emprendió el camino del exilio, tan pronto tuvo noticia de que Napoleón emprendió una huida desde la isla de Elba con destino a su país, habría que preguntarse cómo se quedaría la sede el PP astur si Cascos decidiese tornar a la política desde Asturias. Y habría que preguntarse también acerca del nerviosismo que algo así generaría en los mandatarios de la izquierda plural, tan amiga del nepotismo, que ahora nos gobierna.

Lo cierto es que, a la espera de acontecimientos que confirmen las expectativas generadas, no está de más recordar que Asturias desde la transición a esta parte no fue muy generosa con los políticos que, con sus luces y sombras, más destacaron en la política nacional. Recordemos que, en su momento, Fernando Morán se presentó al Congreso de Diputados por Jaén y no por su tierra. Y, de otro lado, la posibilidad de que fuese el candidato a gobernar Asturias un político de su experiencia en asuntos internacionales no fue tomada en serio por su partido. No olvidemos que Gerardo Iglesias no fue precisamente muy bien recibido por sus camaradas en Asturias cuando regresó aquí tras haber dejado la dirección de IU. Y está por ver si Llamazares tendrá una buena acogida cuando en Madrid no haya sitio para él en el caso de que decida continuar en la política.

¿Será Cascos la excepción? ¿Regresará a la política para optar a presidir el Gobierno autonómico? ¿O todo se quedará en una tormenta política estival? Cierto es que, caso de producirse tamaño acontecimiento, la cosa sería divertida y la vida política llariega resultaría más interesante, porque el nerviosismo cundiría y no sólo en su partido.

Y, de otro lado, más allá de esta turbulencia política que acaba de producirse, habría que estar muy atentos a todos los movimientos que se producirían en el PP donde, además de incondicionales también tiene enemigos. No sería descabellado considerar que habría cataclismos.

Pero, suceda lo que suceda, sin olvidar tampoco que Cascos pertenece a una generación que ya no está en la primera línea política, excepción hecha precisamente de Asturias, siempre sería positivo que el listón de la política subiese, sin perder de vista que, con él, habría gentes cuya valía, como hemos dicho más arriba, no va más allá de las viejas adhesiones inquebrantables.

Huracán Cascos, con una ilimitada capacidad de trabajo, con un estilo no muy distinto al de su admirado Fraga. Huracán Cascos que supondría un antes y un después en la política asturiana. Huracán Cascos que, de quedarse todo esto en meras declaraciones, no va más allá de una repetición de un espectáculo ya conocido: la salida de las cavernas de sus incondicionales que cumplen el manual del vasallaje político; y de su envés: los que le niegan el pan y la sal, sabedores de que, tal y como están los tiempos, la vida política asturiana con él subiría muchos enteros.

Huracán Cascos. ¿Quedará algo tras el vendaval? ¿O será, de nuevo, la polvareda en que perdimos a don Beltrán?