La heterodoxia resulta siempre interesante y, también, la rebeldía. Por eso lo de hacer mangas y capirotes, que es hacer lo que a uno le sale de las narices, como le sale de las narices y cuando le sale de las narices, es decididamente maravilloso. Toni Fidalgo hace tiempo que forma parte de la cofradía de las mangas y los capirotes, de la que me considero seguidor en la medida que me lo permite el cinturón con el que me ciño los pantalones todas las mañanas.

Fidalgo, pasión fútbol, ha recopilado en un libro los artículos que publicó semanalmente en LA NUEVA ESPAÑA bajo el título «Mangas y Capirotes». Se trata, como muy bien explica Álvaro Ruiz de la Peña en el prólogo de la edición, de artículos relacionados con el deporte pero que no sólo tratan de fútbol, de tenis o de Fórmula 1, sino de otras muchas cosas de la vida, de forma amena y culta.

Escribir de un amigo resulta siempre mucho más complicado que hacerlo de otra persona con la que uno no tiene nada que ver. No digamos de un enemigo. Si los amigos no fueran contados, el articulismo estaría condenado en cierto modo al fracaso. Del amigo, escribe uno mucho más condicionado por la exigencia, temiendo que lo que le pueda salir en un artículo periodístico escrito con las urgencias del día a día decepcione, disguste al protagonista por exceso o cicatería en los elogios, o por cualquier palabra o indiscreción que pueda malinterpretarse. Fidalgo, que es periodista, sabe bien de lo que hablo.

De manera que no me andaré por las ramas y caminaré por lo segado. Las historias que Toni Fidalgo contó en este periódico, y que ahora publica Ediciones Nieva de la mano del incansable y tenaz Benjamín Lebrato, son una cosecha adecuada para formar parte de un libro que nos permitirá releerlas a los que ya las leímos en su día y descubrirlas a los que no tuvieron ocasión de hacerlo. Están, además, muy bien escritas.

Lean el libro y me darán la razón.