Por cada euro adicional adjudicable a los asturianos -pobres por definición- los catalanes -ricos de pura redundancia- recibirán tres, y aun salta a la palestra el presidente del Principado, Vicente Álvarez Areces y, cual «groupie» de los «Rolling», salmodia que está satisfecho.

Dios mío, a qué pozo político y moral hemos caído.

Menuda diferencia con la postura de una presidenta autonómica, como Esperanza Aguirre, que sí ha denunciado el maltrato que dispensan a los madrileños los integrantes del pacto social separatista.

Una vez más se comprueba que el socialismo es exactamente lo contrario de lo que predican sus actuales mandarines o de lo que predicaban los bisabuelos de los que ahora detentan tal marca: un puñado de privilegiados, orientados siempre a beneficiar a los ricos, mientras esquilman a las clases medias y a los pobres y hacen demagogia a toneladas para engañar a suficiente gente como para seguir en el poder y repetir y repetir y repetir sus indignantes jugadas.

Para más inri, los millonarios catalanes, que reciben tres veces más que los pobres asturianos, han declarado que ahora toca la independencia: ellos sí que entienden el socorrido lema de coge el dinero y corre. Les pagamos la separación -y, de paso, la liquidación- de España, y va el presidente Areces y sonríe satisfecho.

Claro que peor aún es lo que ocurre en el País Vasco, donde los separatistas, que se emplean a tiros, logran en los ayuntamientos dineros para financiar a la ETA que pagamos todos los españoles. Una situación única en el mundo libre, pero ZP y el presidente vasco, Francisco López, se niegan a atajarla. Y aun los ingenuos impenitentes dicen que las cosas están cambiando en Vasconia tras la llegada de los socialistas al poder.

¿Por qué aquí vamos a tener un AVE de segunda, con tres raíles, que apenas podrá superar los 200 kilómetros por hora? Pues porque el dinero va para los ricos catalanes. Lo peor, con todo, es que encima Areces se muestra satisfecho.