Una de las cosas que más me fastidian de algunos políticos es la táctica de levantar un dedo acusador contra quienes no piensan como ellos. Por ejemplo, desde el Gobierno se acusa de «catalanofobia» a todas aquellas opiniones que no son laudatorias para el nuevo sistema de financiación autonómica. Verán, a mí me parece que el sistema aprobado es lo suficientemente complejo para que no se pueda opinar alegremente y que, por tanto, la vicepresidenta Elena Salgado debería comparecer en el Parlamento y explicarlo clarito a sus señorías y, de paso, a todos los españoles. Ya sé que puede esgrimir que el nuevo sistema ya está explicado en el Consejo de Política Fiscal y Financiera, pero la realidad es que los consejeros se enteraron el mismo día de la reunión de qué iba y el resto de los españoles continuamos sin saber bien de qué va; sólo tenemos las opiniones del Gobierno y de la oposición, sin matices.

Puede que el nuevo sistema sea estupendo o puede que sea la quintaesencia de la insolidaridad, hasta que la Vicepresidenta no lo explique claramente no podremos hacernos una idea cabal. Pero sí hay algunas cosas de las que nos podemos hacer una idea. Por ejemplo, que Cataluña ha marcado la negociación y que si hubieran dicho que no se continuaría sin una nueva financiación. De manera que es innegable que han sido los políticos catalanes quienes han marcado el nuevo sistema. Es más, hace unos meses el vicepresidente Solbes ofrecía a Cataluña la mitad del dinero que se le ha ofrecido ahora. ¿Acaso Pedro Solbes padecía de «catalanofobia»?

En segundo lugar, es innegable el papel de Esquerra Republicana de Cataluña, que, con la chulería que caracteriza a alguno de sus dirigentes, se ha jactado de haber colocado contra la pared al Estado para conseguir sus objetivos. De manera que la financiación de todo un Estado ha dependido de la opinión de un pequeñísimo partido que no cuenta con más de 400.000 votos, pero capaz de poner en jaque a todo el país. Y, claro, decir esto no es «catalanofobia», sino describir la realidad. Como lo es decir que al Gobierno Zapatero le viene de maravilla volver a contar con ERC como socio para aprobar los Presupuestos del Estado y gobernar con tranquilidad.

Son algunos políticos los que con sus actuaciones y algunas de sus declaraciones provocan sentimientos encontrados entre comunidades porque parecen estar fomentando el agravio comparativo. A mi juicio, la política autonómica de Zapatero no es precisamente loable y en este nuevo episodio, el de la financiación, tampoco lo ha sido. En todo caso, lo mejor sería que los ciudadanos pudiéramos asistir a un debate con luz y taquígrafos sobre las bondades o defectos del nuevo sistema. ¿Se atreverá la vicepresidenta Elena Salgado?