Tras meses de negociación se aprobó el modelo de financiación con los votos socialistas y la abstención de los populares. Lo sorprendente es que (salvo catalanes y andaluces, ganadores mediáticos) nadie sabe cuánto corresponde a cada autonomía. ¿Se puede aprobar un sistema, que reparte 11.000 millones adicionales, sin concretar el reparto? Si esto fuera Alemania, seguro que no. Pero, da igual: (casi) todo el mundo se beneficia, aunque no lo diga.

En primer lugar, Zapatero. Se quita un problema de encima, al dejar que el tripartito catalán se apunte el mérito de lograr más que nadie (cuando se produzca la liquidación de los 3.855 millones prometidos a ERC para 2012, nadie se acordará de ello... sean más o menos) y conseguir, a cambio, su apoyo parlamentario de cara a la difícil temporada 2009-2010.

Pese a los aspavientos, el PP ha aplicado la doctrina Woody Allen: tomar el dinero y correr. Ante la asfixia económica de las comunidades, si el PP hubiera rechazado la financiación habría dejado a sus autonomías sin dinero para paliar la crisis (incluidas aquellas que parecen contrariadas, pero que salen ganando con las tesis catalanas, como Madrid y Valencia). Además, con su abstención respecto al modelo, Rajoy no solivianta a los votantes moderados, ahora que va por delante en los sondeos.

Por último, quien parece quedar descolgada es CiU. Ve cómo el tripartito se consolida y queda apartada en el Congreso, ya que el PSOE pactará a su izquierda. Su ventaja es que, cuando se celebren las elecciones catalanas (finales de 2010), los efectos de la crisis pueden haber desgastado al tripartito. Y se librará de apoyar a un Gobierno central que sufrirá turbulencias... de las que también se aprovechará el PP.