Después de meses de crisis durísima, de cuatro millones largos de parados, de la tasa más alta de morosidad bancaria en los últimos trece años, de un endeudamiento salvaje, los sindicatos, la patronal y el Gobierno no han sido capaces de acordar ninguna medida para luchar juntos contra la crisis.

Los sindicatos y el Gobierno han rechazado todas las propuestas de la patronal y ésta no está por la cesión. Los sindicatos andan enrocados en su defensa, en la propia y en la de los que tienen trabajo y de los que lo pierden, pero no proponen nada para crear empleo y favorecer nuevas cotizaciones a Hacienda y a la Seguridad Social, que es la única manera de salir adelante. Mientras tanto, Zapatero ha «reinventado» el Estado de las autonomías, nos ha endeudado para los próximos quince años y ha repartido dinero a los ayuntamientos y a las autonomías como si tuviera la máquina de fabricar dinero. Lo parece, pero no la tiene y no ha propuesto nada, de verdad, para cambiar el modelo productivo, que es donde está la clave de todo. Hemos pasado del ladrillo a la nada.

Parece que unos y otros están más preocupados de tapar los agujeros propios y los de un sistema que no funciona así como en retocar las pésimas estadísticas, que en crear las condiciones para crear empleo y una economía competitiva. Es posible que el Gobierno ponga encima de la mesa el próximo miércoles una nueva oferta que les dé algo más a los empresarios, entre otras razones porque quiere irse de vacaciones con «todo resuelto». Pero no va a ser suficiente. Encima de la mesa lo que hay de verdad es un otoño caliente, con la negociación salarial de los funcionarios, con el aumento del paro, con los serios problemas de los inmigrantes parados y sin subsidio, con una educación que no funciona, con un turismo que ya no tapa el déficit y con un déficit exterior galopante.

Al margen de las medidas de choque que patronal y sindicatos tienen que aprobar sí o sí, la verdad es que los equipos del Gobierno, de la patronal y de los sindicatos -y deberían sumarse al grupo de trabajo al menos el principal partido de la oposición y los de las autonomías- deberían quedarse sin vacaciones para trabajar a fondo en un pacto de futuro. La economía, como ha dicho Benedicto XVI, «debe estar orientada a conseguir el bien común», no a asegurar la supervivencia de nadie. La economía no debe estar orientada a buscar apoyos políticos sino para crear empleo y proteger a los ciudadanos. La economía no debe estar para aumentar ganancias año tras año, sino para ser más solidarios con los que menos tienen.

Hay que buscar un sistema económico menos injusto, que acabe con lo que muchos llaman la «divinización» del dinero. Es tiempo de invertir en educación, en I+D+i, en solidaridad, en futuro. Pero también es tiempo de austeridad y de sacrificios. Veremos si el miércoles Gobierno, sindicatos y patronal demuestran que entienden lo que toca.