Desde la premisa que los cuatro días de verano que en Asturias disfrutamos, son propensos al funcionamiento de terrazas al aire libre, para relajamiento y solaz del personal, así como beneficio de los que las explotan, me gustaría hacer unas consideraciones. Por las Cuencas de nuestros pecados la variedad resulta inmensa, así como la anarquía y el control sobre las mismas. Obvio la estética, o uniformidad que hace años algún Ayuntamiento pretendió imponer. Antes de seguir, dejo claro que no tengo nada en contra de ellas, e incluso soy usuario a menudo si el tiempo lo permite. Lo que no me gusta ya tanto, y supongo que muchos, es en alguno de los casos la ocupación total de las aceras en calles peatonales, o semi, que conllevan que si se quiere pasear, o caminar, por la zona tienes que salir a la calzada, ya que el paso resulta imposible, no sólo para las personas, en plano de pura individualidad, sino que la situación se agrava para viandantes con carro de la compra, cochecito de bebé , o personas en silla de ruedas, que también las hay, por lo cual huelga comentario adicional. El aprovechamiento del espacio en algunos de los casos que cualquiera puede observar llega a límites que se escapan a la lógica más elemental. Con independencia de la imposibilidad de circular por las aceras, en muchas de las calles circular en coche por alguna de las zonas permitidas requiere todas las precauciones del mundo, por que resulta fácil la «conexión» vía retrovisor, o tener que desviarte para no llevarte por delante a cualquiera que tiene asentadas sus alegres posaderas en silla instalada en terreno mitad y mitad. Entiendo que los ayuntamientos van a lo fácil. Permisos a costa de euritos, y nulo seguimiento de todo el tinglado, por que no se explica el caos en que los peatones -y los conductores- nos vemos inmersos. En el principio nos vendieron las calles peatonales para hacernos a todos la vida más agradable. Ahora, y a lo visto, las venden al mejor postor, y nos empujan sin remedio a la p. calle. Terrazas sí, pero conjugando los lógicos intereses de todos, que no debe de ser excesivamente difícil. Un simple paseo de cualquiera de nosotros por nuestro entorno cercano puede dar fe de las barbaridades que en este aspecto se cometen con total impunidad, o eso parece. Uno apostillaría que son auténticos abusos por parte de algunos en la ocupación de espacios públicos, salta a la vista. Lo privatizan todo a su gusto, y nunca pasa nada. Es el eterno cantar de todos los veranos, y al que, por lo visto, nadie quiere poner remedio, y más que lo visto parece «vista» pero muy gorda. Dejo a un lao les «chiscaes» sidreres al que se arriesgue a pasar entre los felices ocupantes de alguna de estas propiedades privadas veraniegas, que también podría ser otro efecto secundario. Delicias de nuestro escaso verano. Obviamente no generalizo, pues también las hay muy respetuosas con el todo.