Mucho tenemos que agradecer a la Divina Providencia el poder presumir de que Gijón sea excepción en el territorio nacional, en el mundo mundial y en el universo universal. Mientras todos los hoteles están en el filo de la navaja viendo caer la demanda de clientela; cuando en la Costa del Sol malagueña hay cuatro establecimientos con suspensión de pagos y al borde de la quiebra, al mismo tiempo que el Ritz y otros hoteles madrileños han rebajado sus tarifas el 50 por ciento, han subido sus precios los establecimientos en Gijón, según se puede comprobar en páginas de internet.

Gijón es más que la joya de la corona astur turística, más que un paraíso natural. Es jauja, un edén socioeconómico.

Algunos atribuyen este desmadre tarifario al anuncio de que José Tomás actuará en las fiestas de agosto en El Bibio. Todavía está por ver el galapagueño en nuestra plaza. Si se logra y se cubre el aforo, no será con gentes que se queden a pernoctar, sino con gijoneses que se van a dormir a sus hogares o vecinos cercanos (astures, cántabros, leoneses y gallegos) que terminada la corrida vuelven a sus respectivos domicilios.

Espero que los establecimientos que quiebren este otoño -si alguno quiebra- no tengan la desvergüenza de pedir entonces ayuda gubernamental. Son incapaces de ver rapadas las barbas del vecino y se resisten a poner las suyas en remojo. Donde digo barbas quiero decir tarifas.