El Ayuntamiento se dispone a tropezar por segunda vez en la misma piedra, ya que acaba de confesar que se ve obligado a repetir la tramitación del Plan General de Ordenación Urbana (PGOU). Afirmamos que tropezará de nuevo porque, paradójicamente, ha de corregir graves defectos del documento, pero no su contenido sustantivo, tan extraño, tan ajeno, tan extraterrestre con respecto a lo que era el concejo.

Por ejemplo, y si no lo cambian ahora, volveremos a leer en los folios del PGOU que en Gijón existen la «sierra» y el «valle», dos términos poco, nada, frecuentes en la descripción geográfica del concejo, pero que delatan cómo sobre Gijón el PGOU ha proyectado la falsilla, o la pauta, de ordenaciones como las periféricas de Madrid, tipo Pozuelo u otras posteriores, con sus avenidas, bulevares, bloques de varias alturas, oficinas, locales comerciales, etcétera. Es decir, crear pequeñas ciudades satélite que a la postre resultan incompresibles en una ciudad del tamaño de la nuestra, y a costa, además, de una invasión sin precedentes sobre el entorno natural de Gijón.

También volveremos a leer en el PGOU lo del «efecto psicológico» del salto de la ronda Sur, o de dicha invasión rural. Ahí acertó de lleno el documento, pero el Ayuntamiento, atacado de los nervios, acabó derivando hacia el golpe bajo o la patada en el vientre destinada a los discrepantes con el Plan. A ver si ahora vuelve a tropezar con la misma piedra y levanta las mismas iras.

A todo esto, al PGOU le tiene que añadir el Ayuntamiento un estudio de impacto ambiental. Habrá que ver cómo se contrata, no vaya a ser que su redacción caiga en manos de incendiarios, o, por el contrario, de mansos.