Pese al proceso concursal del astillero Juliana, ese que alguna inexplicable satisfacción trajo a nuestras autoridades civiles y sindicales, la factoría gijonesa sigue abocada a la disolución tanto por los fondos propios negativos como por la imposibilidad, ahora, de concluir el buque cementero que le encargó el grupo Masaveu. Si no obtiene un crédito con dicho fin, no se acaba el barco y se acaba el astillero, de modo que hemos de suponer que el Gobierno del Principado le estará dando vueltas a la cuestión de los avales correspondientes.

Queremos pensar eso porque la situación de la factoría de Santa Olaya se agrava por días, pero nos parece terrible que Gijón esté a punto de perder el último astillero de su bahía oeste, que llegó a albergar hasta cinco. De cinco a cero. No puede ser tanta la fatalidad. Por tanto, las circunstancias son extremas y sólo el Principado puede echar un cable con dicho crédito, mediante su destreza avalista.

No obstante, ha empezado a sonar en los últimos días un plan B consistente en que astilleros Armón estudia adquirir las instalaciones del astillero gijonés en el momento en el que Juliana entre en liquidación. Al mismo tiempo, la empresa de Navia dice contar con un armador que le encargaría la construcción de buques quimiqueros en Gijón. Como puede observarse, la vía de Armón presupone varios elementos. Primero, que no pondrían dineros en Juliana, algo en lo que confiaba algún sindicato. El agujero es tan brutal (podría llegar a los 116 millones de euros) que nadie en su sano juicio se metería dentro. Por tanto, Armón no reflotaría Juliana, sólo o en compañía de otros, sino que esperaría a su liquidación. Además, habrá que contar con el final de la crisis económica mundial y el avivamiento del transporte marítimo comercial, hoy fuertemente disminuido.

En consecuencia, la solución Armón sería cuestión de algunos años, mientras que la dolencia de Juliana es algo que requiere contribuciones inmediatas.