El 6 de agosto, día del prócer gijonés, apoyado por el Ayuntamiento de Gijón, se creó en 1995 una asociación cultural que habría de llamarse Foro Jovellanos. Para su constitución se buscó un día lleno de memoria jovellanista: la fecha del 6 de agosto -que da nombre a la plaza que concita su homenaje anual-, aniversario del recibimiento popular que Gijón dio a su paisano en vida, tras largos años de ausencia de su tierra natal y encarcelamiento partidista en Mallorca cuando Godoy, valido de Carlos IV.

Podemos considerar a los ilustrados del siglo XVIII precursores de los liberales progresistas del XIX, por cuanto pretendían la modernización del país fomentando la enseñanza práctica, la economía productiva y la liberalización del mercado. Jovellanos (Gijón, 1744; Navia, 1811), que llegó a ministro de Justicia, planteaba la reforma agraria, supresión de la Mesta y tierras amortizadas y la mejora de las comunicaciones (hoy decimos infraestructuras), como trampolín del progreso de la nación.

No todo lo progresista fue constructivo. El gran error de los liberales del XIX e izquierdistas del XX fue su visceral e innecesario anticlericalismo, con frecuencia violento. Dos excesos liberales son los especuladores y anarquistas, que pasan de la libertad al libertinaje económico y social. Pero el espíritu liberal sigue siendo válido para cuestionar dogmas y consignas, para analizar pros y contras, incentivar cambios e impulsar los avances, como los socráticos, preguntándose el porqué de las cosas.

Cambian las circunstancias pero los planteamientos de fondo siguen siendo válidos. Nuestra democracia, aún muy imperfecta, sigue viciada por el exceso de partidocracia. El poder se sube a la cabeza de quienes confunden gobernar y organizar con mandar y aprovecharse. Se confunde controlar al Gobierno y oponer alternativas con llevar la contraria por sistema. El fin no es conseguir cargos políticos como sea, sino utilizar la Administración y sus políticas para contribuir a la felicidad personal y al progreso social.