En temporadas salmoneras como la vivida este año, los 356 ejemplares sacrificados no son más que las madres y los padres de unos salmones que ya no pescaremos, y que vamos a echar mucho de menos.

Nadie lo deseaba, pero a poca gente le extrañó lo acontecido, ya que el grifo salmonero se cerró a mediados de junio del año pasado y tan sólo hemos visto cómo goteaba tímidamente. Sobran cifras, medias, medianas y cualquier cábala matemática: no hubo salmones.

Creo que la temporada recién finalizada va a ser la más importante desde que se controlan las capturas, ya que ha abierto los ojos a mucha gente y ha puesto en un apuro a los más reaccionarios. Tampoco es fácil la papeleta de los gestores, pero llegó la hora de dar la cara y de tomar medidas drásticas e impopulares.

Las cartas están encima de la mesa, y seguramente marcadas, los jugadores se van quedando sin dólares y el que vaya de farol caerá por su peso.

Tras lo acontecido este año, a la Administración se le debe exigir que tome medidas encaminadas a proteger el salmón, por extensión a sus parientes pobres la trucha y el reo, empezando por el río. También desde las comunidades autónomas deben preguntar a quien proceda y donde sea sobre lo que está pasando en el mar. La representación española en la NASCO (North Atlantic Salmon Conservation Organization) la ostenta el Ministerio de Medio Ambiente y Medio Rural y Marino, y éste debe intermediar, pedir información, preguntar, analizar? trabajar e informar a las autoridades gallegas, asturianas, vascas, cántabras y navarras de lo que pasa con nuestros peces. Si en Madrid los salmones no son entendidos, que deleguen en los que lo viven más de cerca. La NASCO es una plataforma adecuada para buscar soluciones a los problemas que existen más allá de nuestros ríos, y ése debe ser el primer paso, ya que no sabemos lo que deberíamos saber.

Respecto a las medidas que deben tomar los gestores regionales en su jurisdicción, la pesca sin muerte y la limitación de ejemplares sacrificados son los dos hitos que marcan el inicio de este duro camino, pero luego entraremos en detalles.

A los pescadores, y más concretamente a las asociaciones que teóricamente nos representan, se les debe pedir resignación y lógica. Si alguien se descuelga pidiendo de nuevo la eliminación de los cupos personales y de los cotos parciales, debemos esperar a que éstos aterricen en el universo salmonero hispano y ser comprensivos con ellos. Si la mayoría de las sociedades de pescadores sigue defendiendo la veda frente a la pesca sin muerte, su masa social se reducirá de la misma manera que los salmones esta temporada. Sin cotos, la necesidad de la tarjeta para el descuento no existe; entonces será el momento de que los pescadores valoremos realmente la valía de nuestras asociaciones. En los años noventa la Junta de Castilla y León eliminó el descuento en los cotos para los pescadores pertenecientes a sociedades consideradas colaboradoras? Al año siguiente desapareció el 95% de sus socios.

Tampoco me gustaría que el único colectivo que pagase los platos rotos fuésemos los pescadores, ya que en los últimos tiempos se ha puesto en marcha una campaña de desprestigio hacia nosotros, encabezada por supuestos protectores de la Naturaleza y el Universo. Con la disculpa del cormorán, se ha demonizado la imagen del pescador, pintando un personaje que tan sólo está interesado en tener ríos a modo de contenedores de peces. Primero, nuestro objetivo depredador fue el curioso pajarito ictiófago; ahora dicen que nutrias, garzas, turones y todo tipo de bicho que ose comer alguna de nuestras potenciales capturas. Esos sospechosos defensores de una ecología que tan sólo ellos entienden -y manipulan en función de sus intereses- defienden especies que generan unas afecciones ambientales claras que sólo ellos no ven.

Considero de capital importancia la puesta en marcha de una serie de medidas encaminadas a mejorar el estado de nuestros ecosistemas acuáticos, y por extensión de nuestras poblaciones ícticas. Si la solución pasa tan sólo por vedar la pesca o restringirla hasta extremos insospechados, estaremos siendo sectarios y actuando de manera parcial.

A la hora de plantear alternativas o propuestas para lo que podría ser la normativa de pesca para la desconcertante temporada salmonera de 2010, debemos partir de dos extremos de referencia. En un punto colocamos la normativa vigente en las últimas temporadas y en el otro la veda absoluta, quedando a medio camino muchas cosas interesantes, razonables y oportunas. Siempre pensé que las distintas tonalidades de grises eran más atractivas que la luminosidad del blanco o la sobriedad del negro, y entiendo que la pesca sin muerte tiene muchos y variados matices.

Respecto a la duración de la temporada, creo que sería conveniente dividirla en dos o tres bloques, estando sujeta a las modificaciones que se considerasen oportunas. Una primera parte se correspondería a los meses de abril y mayo, y la segunda a junio y julio. Cada mes tendrían tres o cuatro días de veda, coincidiendo con las mareas más altas, que debería posibilitar la entrada de salmones frescos, con el objeto de permitir que los peces se repartan por el río sin la injerencia de moscas y quisquillas. De los siete días de la semana, cuatros serían sin muerte y tres con muerte para mayo y junio, dejando cinco sin muerte para abril y julio.

En cuanto a los cebos permitidos, abril y mayo serían aptos para todo tipo de señuelos, mientras que junio tan sólo admitiría los naturales y la mosca, dejando esta modalidad, la teóricamente menos dañina, en exclusiva para julio.

Seguro que muchos jugadores daltónicos pretenderán colarnos una escalera de color, pero jamás se podrá pescar lo que no existe.

Podría existir una tercera fase de la campaña experimental en octubre, destinada a proporcionar ejemplares para la reproducción en los centros ictiogénicos. Esta práctica, bastante común en otros países, tendría un alto valor didáctico y representaría una buena oportunidad para que la guardería se librase de un servicio que hasta la fecha viene cubriendo y en el que deben colaborar los pescadores de manera organizada y democrática. Esta acción, si la planteamos con seriedad y rigor, puede ser nuestro as en la manga.

Sería lógico establecer una zona intermedia de pesca sin muerte en los tramos de mayor presión de pesca -me pueden valer el Texu en el Narcea o el Capitán en el Sella- para ofrecerles una tregua parcial a los salmones y generar unos espacios de protección más amplios, a modo de refugio o santuario salmonero, en las partes altas y medias de las zonas habitadas por el rey del río. Aguas arriba de la Tea, del salto de Caño, de Puente Caldabones, del lote 2 de Pontenova o de La Chanona, tan sólo se permitiría la pesca sin muerte del salmón o se vedaría su pesca.

El cupo de un salmón sacrificado por pescador y temporada me parece lo más razonable, pero si se quiere ser menos beligerante podemos dejarlo en dos: uno para abril-mayo y otro para junio-julio.

En todo momento he estado hablando de apretarnos el cinturón los pescadores, al ser los que obtenemos mayores satisfacciones de nuestro amigo el salmón; pero muchas veces tengo la sensación de que tan sólo restringiendo cupos o cebos los gestores son muy injustos. Siempre recurro a lo de ríos-peces-pesca, pero creo que quien nos pide que hagamos el enésimo esfuerzo debe ser consecuente consigo mismo, ya que si no hay vigilancia en el río, sigue habiendo contaminación y las escolleras acaban con el bosque ripario (por suerte, cada vez menos), los peces y la pesca desaparecerán por sí solos.

Debemos ir pensando en establecer cupos mensuales por río, pero para eso necesitaríamos tener una información que no existe, ya que nuestros contadores (Sella y Eo) funcionan a veces y dependen de circunstancias que rozan la psicodelia. Esto nos obliga a tirar de la estadística y buscar la media mensual para los principales ríos de los últimos cinco o diez años y, siendo optimistas, estableceríamos un cupo en torno al 10-20% del dato que nos saliese. Como se puede comprobar, el rigor científico es nulo, pero esto es lo que tenemos. Lo que sí se puede determinar es la cantidad de ejemplares que se necesitan para mantener una población estable en el río, por lo que todo lo que suponga sacrificar ejemplares por encima de ese número es acabar con ellos. Este dato ayudaría a repoblar, sólo si fuese estrictamente necesario, con sentido y rigor.

Demasiadas cosas para tan pocos peces, pero si a quien debe tomar las decisiones aún le quedan dudas y considera estas propuestas insuficientes o poco adecuadas, la red de redes atrapa y difunde todo tipo de propuestas y alternativas. Desde miniplanes hasta macroplanes, mentes diversas que comparten y difunden sus ideas en internet estarán gustosos en ofrecer ideas que van desde lo descabellado a lo más racional.

Gestores, pescadores, ecologistas y público fluvial en general: ¡hagan juego, que la apuesta, sea la que sea, siempre será insegura!