«Brillarás como un sol que no declina

porque triunfa en tus hijos el tesón

y una raza de lámpara y boína

alza ya tu bandera y tu canción»

Ese sol de Langreo, al que cantamos en el himno de nuestro querido municipio, brilla constantemente ya por los cuatro puntos cardinales y no tiene ocaso, porque los hijos de Langreo andamos esparcidos por la madre Tierra y somos ciudadanos del mundo. El tesón de tantos langreanos está haciendo posible que esos recios hombres de boina, que penetraron con lámpara en mano en las profundidades de nuestra Asturias para extraer su tesoro con sudor, alumbren ahora a muchos en tantos lugares del planeta: en todos los campos de la cultura, del mundo laboral, de la ciencia y de la cooperación entre los pueblos? y que el frondoso árbol que hunde sus raíces en el solar langreano dé fresca sombra por el ancho mundo.

Como tantos langreanos, yo salí de Langreo hace casi treinta años para establecerme en la provincia de Québec, en el Canadá francés. Venía con mis sueños y con un poco de nostalgia, pero en la vida hay que decidirse a dar ciertos pasos o no se da ninguno. Los valores imperecederos que me habían trasmitido mis padres los traía conmigo: el amor a mi patria y a mi familia; la fe de mis mayores; el ejemplo luminoso de nobleza y reciedumbre y de espíritu de trabajo de los astures que forjaron nuestro pueblo; la rica y variada cultura asturiana y el sabor tan especial de las Cuencas, especialmente la del Nalón, donde nací y me crié. Raíces tan fuertes no pueden perecer, por muy lejos que uno se vaya, y nos siguen sosteniendo en la lejanía. El fruto que uno pueda dar aquí viene de los nutrientes que siguen alimentando al árbol, enraizado en el suelo de origen. Luego, las ramas se extienden por la tierra de adopción y es gozoso comprobar que también aquí me siento en casa. Por un lado, Québec tiene muchos puntos en común con Asturias y con Langreo: el agua abundante de lluvias y nieves; las grandes plantaciones de maíz, patatas y otras hortalizas; el verdor brillante de los campos; las hermosas pomaradas, donde se recogen muchas manzanas que también se dan en la tierrina y de donde sale -entre otras- la famosa sidra de hielo, que ya logró triunfar en Gijón con Sicer, la Muestra Internacional de Sidras de Calidad. Y luego está su gente? Los quebequenses son un poco como los asturianos: llanos, noblotes, amantes del terruño; con los pies en la tierra y, a la vez, un gran espíritu emprendedor y aventurero, lleno de ingenio; alegres, les gusta la fiesta y saben recibir al extranjero, al que aprecian y adoptan como a uno de los suyos. Yo siempre me sentí aquí aceptada y querida, y puedo decir con verdad que tengo en esta tierra amigos que me consideran -y a los que considero- como familia. Mis propios padres han podido comprobarlo cada vez que vinieron a visitarme.

Como vine aquí muy joven, también debo en gran parte a este pueblo -de gente muy responsable y trabajadora- mi entrada en el mundo profesional. Aquí aprendí a lanzarme y a bucear en las aguas laborales gracias al ejemplo de tantos buenos profesionales que me echaron una mano. Licenciada en Historia del Arte en España, realicé luego aquí estudios en el sector hotelero y de gestión de servicios y desde hace varios años estoy dirigiendo un centro de gestión hotelera en la región de Montreal, donde no dejo de hacer patria cada vez que puedo. ¿Quién se creerá que a los quebequenses les encanta la fabada, la sidra asturiana y otras divinas delicias del terruño? Pues les aseguro que es cierto. De eso me encargo yo.

Ahora, esta vinculación entre mi Langreo de cuna y mi Québec de asiento, se ha hecho aún más estrecha y abarca también muchos otros países que nos han acogido a los langreanos. Y todo gracias a una maravillosa asociación, Langreanos en el Mundo, que a la vez que nos sujeta aún más fuertemente a nuestras raíces, nos hace mirar al frente, hacia el mundo, para acoger con apertura de mente y de corazón a hombres y mujeres de tantos orígenes y culturas que quieran hacer suyo el espíritu langreano. Pues no sólo se es langreano por nacimiento. Lo es el que quiere serlo; el que une a Langreo y al mundo en un abrazo fraterno.