A doña María Dolores de Cospedal tenemos que agradecerle que haya venido a ocupar con éxito el lugar que ocupó hace tiempo el mítico Georgie Dann. Estábamos que no sabíamos qué cantar. Andábamos desesperados buscando la canción del verano cuando María Dolores tuvo la ocurrencia de poner música a los poemas de Federico. El de Fuentevaqueros no, el otro; el cartagenero. El Federico, manda huevos, que lleva los asuntos jurídicos del PP con la misma pericia que la invasión de Perejil o el caso del Yakovlev.

Así fue como nació «En un Estado policial», canción que ya cantamos todos para gloria de su creador y consagración de una intérprete que hizo su debut en Marbella y, desde entonces, está que no para haciendo bolos por toda España.

Si bailas cachete con cachete, pechito con pechito y ombligo con ombligo, me animo a bailar contigo. Bailar contigo si que tiene motivo porque si juntamos lo cachetes, juntamos los pechitos y juntamos el ombligo? Eso, si lo juntamos todo, resulta que el delito, lo que de verdad clama al cielo, es detener a los presuntos corruptos. En un Estado de derecho, gobernado por la derecha, no les hubieran detenido. En todo caso, poniéndonos en lo peor, igual sí pero, desde luego, no como lo hicieron.

A los detenidos no hay que ponerles grilletes ni tampoco, como reclaman algunos, taparles la cabeza con un jersey o un chándal de Carrefour. Hay que esperar a que terminen de tomar el vermú, preguntar si les viene bien darse una vuelta por el Juzgado y, en caso afirmativo, llevarlos como corresponde por su rango: en un coche enjaezado y tirado por caballos blancos.

Los altos cargos y los responsables políticos que, supuestamente, estafan millones de euros merecen un trato distinto, no procede que sean tratados igual que cualquier chorizo, a quien la Policía sorprenda robando un jamón al descuido. Que los detengan y los esposen, dándoles un trato igual, demuestra que estamos en un Estado policial. Y, por supuesto, hay pruebas; dejará de haberlas. Qué más prueba quieren de que el partido que gobierna lo manipula todo y utiliza los resortes del Estado, que la reciente absolución del señor Camps. A Camps lo absolvieron para seguir ensañándose. Para, previa utilización de la Fiscalía, recurrir el fallo de un juez que se declara amigo, muy amigo, del inculpado. Si se pone en duda lo que sentencian los amigos, apaga y vámonos. Un Estado como está mandado tiene que asentarse sobre los principios fundamentales de la amistad y las leyes del movimiento. Las de Newton, no sean mal pensados y vayan a imaginar que me refiero al pasado. Lo digo porque así lo dice una ley física: «Las fuerzas son siempre producidas en pares, con direcciones opuestas y magnitudes iguales, de modo que si el cuerpo 1 actúa con una fuerza F sobre el cuerpo 2, entonces el cuerpo 2 actúa sobre el cuerpo 1 con una fuerza de igual intensidad y dirección opuesta».

Una ley elemental que también rige para la música; cada nota se corresponde con una frecuencia. A partir de ahí, dependiendo de la escala, se determina la afinación. Pero? ¿Qué sucede si queremos subir un tono en toda la melodía? Pues sucede, si estamos trabajando con una escala armónica, que no podemos hacerlo sin alterarla. Y eso explica que esta nueva canción suene, como todas las del verano, a pachanga de lo más vulgar.