Apareció una silla romana nueva en la Tabacalera de Cimadevilla. No nueva «stricto sensu», que es al parecer romana antigua, pero sí nueva desde el punto de vista arqueológico. Con un poco de suerte, se hace más famosa que la «Siège d'amour» que el ebanista Soubrier compuso para Bertie de Gales -luego rey Eduardo VII de la Gran Bretaña- para sus escarceos por los burdeles de lujo parisinos. Con un poco de suerte, el bus turístico tendrá otra parada que realizar en el Campo de las Monjas para que titilen las parejas que pretendan alguna emoción diferente de la simple contemplación de la playa o la torre de la Laboral.

Se han cumplido casi todos los ritos veraniegos en mi pueblo: «Semana negra» -muchos libros y churros vendidos-, fuegos de artificio -magnífico espectáculo de luz-, saltos hípicos -caballos y «glamour» a raudales-, Feria -muestras variadas- y quejas por la ocupación hotelera; eventos todos ellos adornados por el éxito debido a la gran afluencia de público. Sólo nos queda el festival sidrero junto a la fuente de Pelayo y vuelta a la noria. Todo ha marchado bien, sin novedad, enmarcado en el lugar común de la temporada representado por el elemento crisis, que es marco incomparable y sin parangón. Sólo los señores de los hoteles han aportado algo nuevo: han reñido al munícipe del Turismo porque se atrevió a decir algo sobre los precios un poco elevados e insinuó alguna comparativa con otras zonas. Dos directivos del hospedaje se han superado en la queja. Uno que, justo a los quince días de abrir un cuatro estrellas, lamentaba la gran cantidad de camas ofertadas en la plaza y otro que, a los pocos días de abrir uno de tres, vino a decir que eso del precio era cuestión poco importante para obtener clientela. Benditos sean. Que sigan así y llegarán al nirvana.

Respecto a los romanos, quedémonos de momento con lo que opinaba el gran polemista Guillermo, el personaje de Richmal Crompton, en «Just Wiliam»:

-(?) No veo yo de qué sirve encontrar cacharros rotos. (?) Nuestra criada siempre está rompiendo cacharros. Ésa sí que hubiera resultado una romana antigua excelente. A mí me parece que los romanos no deben de haber sido gran cosa, a pesar del bombo que se les da, cuando se pasaron la vida rompiendo cacharros.

-No se pasaron la vida rompiendo cacharros -exclamó Enrique, exasperado-. Los cacharros sólo se rompieron al ser enterrados.

-Bueno -contestó Guillermo con voz de triunfo-. ¡Mira que enterrar cacharros! Casi es tan estúpido como romperlos. Eso de que una raza de hombres, como dicen que eran los antiguos romanos, se pasara la vida enterrando cacharros... Siempre me ha parecido que había algo raro en eso de los romanos. Y luego nos dicen que los consideremos grandes cuando lo único que han hecho es enterrar pedazos de cacharro. A mí no me han gustado nunca, prefiero un pirata o un piel roja, ea.