La semana pasada me preguntaron en un programa de radio de cobertura nacional sobre el cañón submarino de Avilés y casi no daban crédito a que estuviera considerado el mayor del mundo. Este asunto tiende a dejar con la boca abierta al personal y la solución para los que así se quedan pasmados y puedan volver a cerrarla es confirmarlo en publicaciones especializadas o acudir al magnífico Museo Marítimo de Luanco, donde se expone -en didáctica maqueta- este cristo geológico.

Pero la comarca de Avilés tiene otros recursos asombrosos. Por ejemplo, la mina submarina de Arnao, lugar y playa vecina de Salinas. Una instalación que es el buque insignia de la Real Compañía Asturiana, primera empresa minera de Asturias, fundada en 1833.

Tan importante fue la mina de Arnao que el 24 de agosto 1858, con motivo de su estancia en Avilés, se acercaron allí la reina Isabel II y su marido, el rey consorte. Decidida se dirigió al castillete del pozo minero y manifestó el deseo de descender a las galerías, ante el pavor de ministros y directivos avilesinos. E Isabel II, un trueno de mujer, arrastrando a su -aterrado- esposo descendió los ochenta metros de profundidad, sin aguardar el resultado del mínimo reconocimiento de seguridad que solicitaba -con el consiguiente canguelo- el jefe del Gobierno, que los acompañaba.

Pie en tierra, la reina recorrió las galerías, incluida una con un 14 por ciento de desnivel, que discurre bajo las aguas del Océano y «nunca antes visitada antes por mujer ninguna» (dice un cronista), recorriendo unos doscientos cincuenta metros.

El tránsito, abundante en malos pasos, menos para esta reina de armas tomar, que llevaba vestido y calzado empapados de agua, no paró hasta saludar al final del tramo submarino a los picadores que faenaban en él. Allí dibujó en la pared -con un cabo de vela- su inicial. Según cuenta Juan de la Rada, el subidón entusiástico de un ingeniero belga apellidado Schmit fue tal que arruinando el protocolo, gritó: «¡Elle mérite une vive de tout mon coeur!», alucinado ante los arrestos de Isabel de Borbón. Al volver a Avilés, donde ya había corrido la voz, un público entusiasmado la ovacionó sin cuento, entre ellos el niño Armando Palacio Valdés.

Aquella mina, con original castillete, allí sigue plantada y actualmente forma parte (junto con otros elementos de su valioso pasado fabril) del conjunto histórico industrial de Arnao. Lo que garantiza el blindaje legal para estos monumentos del patrimonio industrial que se han sabido -y querido- conservar en Castrillón.

Un ejemplo de respeto a la Historia. ¡Pásmense!

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