En ocasiones, durante el verano, cuando nos mezclamos con más asiduidad con gente de otras comunidades, no nos entendemos aunque hablemos, presuntamente, el mismo idioma. Recuerdo de niña, cuando veraneando en las playas de Levante, nos gustaba decir: «¡guaxe, no me chisques!», con la convicción de que no conocían nuestras palabras y que aquello parecía casi un lenguaje secreto y divertido. Además, de todos los términos que nos ofrece nuestra rica llingua, existen otras muchas expresiones que utilizan diariamente, incluso aquellos que afirman que no hablan (ni saben) asturiano. Puede que más de una vez ni siquiera sepamos que en el resto de España no se conocen, porque aunque muchas de ellas suenen a castellano, son muy nuestras y a veces resultan casi insustituibles, como cuando una cosa «es (o ye) la cuenta» o algo «no nos da más». Son palabras que resultan chocantes para los de fuera, y así cogemos a los niños «en cuello» o «picamos al micro». Otras expresiones forman parte del lenguaje coloquial asturiano y surgen con un nuevo significado, como cuando uno se «ruca la cabeza» con algún asunto, o aprovecha para «truñir» a alguna.

En el colegio, por ejemplo, «acutábamos» el sitio en la fila, nos dejábamos el «tajalápiz», hacíamos «furacos» donde podíamos, «estrapallábamos» las tizas (y algún que otro insecto) y jugábamos al «cascayo».

En Asturias nos «afogamos» si corremos mucho, nos caemos y nos «mancamos» y a veces ni «gorgutamos». Nos pillamos unas «farturas» que «nos prestan por la vida», aunque a veces estemos «refalfiaos» de tanto comer. «Prendemos» la tele, cocinamos en «potas» y nuestras barbillas son «cazos». En ocasiones «frayamos» a alguno a preguntas. Si un aparato no «furrula», como nos gusta «caciplar», lo «desmangamos» para mirarlo por dentro. Los platos los «recudimos» o los secamos con un «rodillo», y el rodillo lo tendemos en el «tendal».

Los asturianos salimos a «chumar» y nos tomamos los «cacharros» con varias «piedras de hielo», «ponemos pingando» a más de uno si es necesario, sobre todo a la persona que sea un «fedor», un poco "repunante" o "focicona," porque decimos las cosas así, con un "ahí va y que te preste". Bebemos la sidra del tirón pero despacio, para no "empapizarnos" y así, toda la noche de chigre en chigre "lo pasamos podre", hasta que "marchamos" porque estamos demasiado "enfilaos". Todo ello forma parte de lo nuestro, porque nuestro carácter y nuestra riqueza reside también en nuestras palabras.