Se echó en falta que Brad Pitt no tirara aunque fuera sólo un culín en el festival sidrero del Muelle este fin de semana que amagó con lluvia, pero que luego se recondujo en lo que los expertos del sector hostelero no dudarán en calificar como esplendoroso. Si fuéramos del estilo Gabino o su fiel «Felechosa», hablaríamos por esta ausencia del astro de un nuevo cerco a mi pueblo que ríete tú del que dicen le están haciendo a Carbayonia.

Los chigreros están contentos y, en buena lógica empresarial, bien que en su escala -la que permite el tamaño del pueblo- ya se alzan voces que piden más cosas por el estilo: más trabajo, en tal caso para la limpieza municipal, que ahora se llama de «servicios de medio ambiente urbano», porque estos eventos dejan una indeseable estela residual que estos eficaces servicios se encargan de corregir adecuadamente y con una eficacia que deberían envidiar otros servicios municipales.

El modelo de ciertos eventos está inventado: las rancheras son referencia de México y así lo entiende el mundo, porque en su momento así lo decidieron los poderes públicos de aquella nación; lo mismo que Fraga, al frente de Información y Turismo, acabó de rematar la imagen folclórica de España con base aflamencada apoyándose en cimientos tan variados como Falla, Lorca, la Sección Femenina o la red de paradores.

El tópico gijonés serán la sidra y sus variantes alcohólicas, como por ejemplo ser la ciudad que no duerme, apta para las más beodas despedidas de solteros -a pesar de que muchos de sus ciudadanos, ilusos, se pregunten dónde ha quedado su derecho al descanso-, o las multitudes colocaditas, da igual que sean de escanciadores, bailarines de danza prima, visitantes de ferias de muestras o asistentes a festivales literarios. Solamente restará como pequeño refugio de un cierto elitismo la muestra municipal cinematográfica; bendita sea: con el paso del tiempo, le hemos encontrado, por fin, una finalidad consecuente.

Decidido el modelo, cumple tener buen tino para andar esta dura jornada política: decidir qué sí y qué no, dada la limitación de recursos. En cuanto se haga caso a unas voces petitorias, se alzarán otras que reclamarán sus festivales y, sumergidos en los vaivenes de lo políticamente correcto, habrá que tener cuidado no vaya a ser que pueblos aledaños nos acusen de fagocitar los eventos del estío.

Más madera. Nuestras plazas hoteleras aumentan y precisamos más visitantes, a pesar de que no nos ha ido precisamente mal este verano. Ya que la apuesta ha sido más bien por lo trillado -que puede ser otro modo de la excelencia-, hagámoslo con soltura y eficacia. Este pueblo le debe a Paco Ignacio Taibo II una vía de más de tres hilos: por el churro, hacia la excelencia: aún recuerdo cuando un entonces mandón concejal dijo aquello de que eso no era más que una ocurrencia.