Lo reconozco. No puedo ocultarlo más tiempo. He intentado disimularlo e incluso integrarme como uno más. Pero es evidente, lo ha dicho la alcaldesa de Llanes con toda su autoridad: soy un veraneante. No tiene solución. Sé que aunque lleve 40 años yendo y viniendo a Llanes, y allí tenga la que también considero mi casa, para algunos llaniscos siempre seguiré siendo un humilde veraneante. Sin más. Carente de autoridad moral e intelectual para opinar, porque siempre seré un veraneante, pese a todo lo pastado por sus pueblos. Ya saben, uno es de donde pace y no de donde nace.

Me lo recordó la alcaldesa de Llanes en unas declaraciones contra la protesta de los vecinos de Cue por la construcción de un aparcamiento en la rasa de la playa de Antilles. La respuesta de la regidora fue desproporcionada y excesivamente altiva ante una foto compuesta por un grupo de vecinos, algunos niños y veraneantes «que se apuntan a todo», según su criterio. Deben ser ciudadanos de tercera, aunque muchos tengan su segunda residencia y paguen religiosamente tasas e impuestos, y contribuyan con su cartera a la economía local. Como no creo en este criterio clasista y porque hay quien me considera un corito de adopción expondré, con el permiso de la autoridad, mi humilde opinión sobre esta obra.

El aparcamiento de la playa de Antilles es innecesario. Por diversos motivos, pero creo que hay dos irrefutables. Su ubicación en la rasa costera, a escasos doscientos metros el acantilado sobre la playa, enturbia un paisaje hermoso y rotundo por natural y virgen hacia el Cantábrico, que es en general la principal fuente de riqueza del concejo. Que nadie se engañe: cuando Llanes deje de ofrecer vistas naturales sin aditivos y sus «30 playas» -¿recuerdan el primer eslogan turístico del concejo?- pasará a ser un escenario vulgar y perderá el interés de turistas y veraneantes, y de sus carteras. Además, el argumento de que el aparcamiento se construye para evitar que los coches bajen a la playa es incongruente. Para que diez automóviles (no entran más) estacionen al lado del chiringuito, se da paso a 113 en la rasa costera. Un manchón en la postal de la costa hacia Ballota. En Cue va a pasar como en Pría, donde se hizo un parking para preservar el entorno y, al final, los coches se dejaban hasta encima de los bufones.

El estacionamiento de la playa de Antilles será una obra lícita, legal, administrativamente correcta, con el apoyo político suficiente para ser aprobada y dispondrá de la financiación necesaria para su ejecución. Incluso se aseverará que responde a un interés general. Pero no al interés común. No hace falta recordar las barbaridades que en este país se han cometido en nombre del interés general, aunque sin ningún sentido común. Este aparcamiento playero no se sustenta en un razonamiento lógico, con el agravante de que supondrá un efecto llamada hacia un arenal de limitada capacidad y que depende de las mareas.

El proyecto es ilógico, irracional y extemporáneo, como lo son el cierre del cruce de La Arquera durante el verano -la programación de una obra tan importante y de interés general puede organizarse con más sentido común- o la coincidencia de que en la época de mayor afluencia de visitantes, turistas y veraneantes a la villa, buena parte de sus calles estuviesen levantadas con la consiguiente pérdida de las escasas plazas de aparcamiento y las protestas generales de comerciantes, hosteleros y hoteleros.

Como la alcaldesa de Llanes, yo también disfruto con la compañía de los pulpos. Este verano paseando con uno por la orilla de Antilles, coincidimos en la necesidad de preservar el entorno natural de Llanes, de sus arenales, de la costa, de sus caminos y montañas. Es la mejor garantía de futuro. Y así lo entienden también los coritos, muchos con negocios en Cue y, en consecuencia, poco sospechosos de querer tirar piedras contra sus propios intereses. Por cierto, el pulpo no me preguntó de dónde era, quizá porque me tenía muy visto.