Que España es un país de graciosos creo que lo sabemos todos, y que la frase anterior tiene dos lecturas creo que también. Es verdad que las desgracias ajenas sirven para que algunos rían la gracia que ha hecho un espabilado. Esto tiene, como casi todo en la vida, dos vertientes. Reconozco que puede resultar duro, y en muchos casos cruel, cuando se es objeto de una burla descarnada; pero, también es cierto que, la mayoría de las veces, al carácter español lo que le sobra es salero y no mala intención. Somos avispados y de lengua afilada y rápida, lo llevamos en nuestros genes y no creo que nada llegue a cambiar esa cualidad.

Y como dice la sabiduría popular que para muestra basta un botón, no tengo que ir muy lejos para encontrar uno que ilustre lo que acabo de afirmar. No creo que haya nadie en este país, usuario de correo electrónico, que no haya visto la foto que se hizo la familia del Presidente de nuestro Gobierno con el matrimonio Obama. Y no, no me estoy refiriendo a la original porque ésa la pudo ver todo el mundo en la prensa escrita. En primer lugar, me gustaría romper una lanza en favor de esas muchachas que están en su pleno derecho de vestir como les dicten sus preferencias, siempre que el protocolo se lo permita, claro está; no quiero con esto pronunciarme ni a favor ni en contra del protocolo, pero como haberlo, haylo, pues o jugamos todos, o guardamos la baraja en el cajón (aquí no se rompe nada, que estamos en crisis). Lo cierto es que han circulado todo tipo de versiones de la instantánea, así como otras muestras del mordaz ingenio de este país. Pero esa misma mañana; no hubo que esperar mucho más.

Si queréis saber mi opinión al respecto, os diré que no creo que sea nada malo aprender a reírse de uno mismo, tanto en solitario como cuando lo hacen los demás sin una específica mala intención. El humor es un ingrediente que aligera, en parte, a los problemas de la crudeza de su realidad, y quizá por ese motivo los españoles seamos tan propensos a reírnos hasta de nuestra sombra. Que no conviene sacar las cosas de contexto ni ver afrentas personales donde sólo hay una respuesta chistosa y rápida. ¿Quién no ha dicho, ni una sola vez: perdona, pero es que me lo has dejado a «güevo»?

Hay que aprender a tomarse las cosas con el grado de humor que requieren; y quien no sea capaz de hacerlo ya sabe lo que dice el refrán: No la hagas? y no la temas.