No me extraña nada que Hamlet pronunciase esta famosa frase para referirse a las intrigas que rodearon la muerte de su padre porque hay veces que en España, o en cualquier otro país, ocurren cosas que no sólo huelen mal sino que apestan. La pasada semana me enteré por la prensa de una noticia con la que no creo que nadie quiera perfumarse; ya sé que hay muchas todos los días, pero que sea una juez la protagonista de una historia tan miserable, da qué pensar.

Me refiero al abuso de poder de la magistrada María Dolores Barragán, titular de un Juzgado de Úbeda, que ordenó precintar dos perfumerías porque cuando intentó cambiar un frasco de colonia que había comprado, aduciendo que no olía bien, y al que según la fotografía aparecida en la prensa le faltaba la mitad de su contenido, el comercio no quiso abonarle el importe de la compra. Es que ni se lo pensó dos veces: no sólo precintó la sección de perfumería del comercio en cuestión sino que, además, precintó la de otro del mismo propietario. ¡Así se hace, con un par de togas!

El Consejo General del Poder Judicial tomó cartas en el asunto, como era su deber tras la denuncia de la parte perjudicada, y le impuso a la magistrada dos sanciones: una por abuso de su cargo para obtener un trato favorable (puesto que hubo amenaza previa al precintado) y otra por ejercer en un caso en el que era parte implicada. Resumiendo: inhabilitación por un año y traslado forzoso a otro órgano que esté a más de 100 kilómetros de Úbeda. (Esto del traslado me parece algo similar a las órdenes de alejamiento sólo que como era una magistrada lo han dicho de una manera más refinada; pero que conste que sólo es una opinión).

¡María Dolores, mujer, esas cosas no se hacen! Una persona nunca debe abusar del poder que su cargo le confiere para obtener un beneficio personal, pero lo que me parece de juzgado de guardia es que lo haya hecho por una nimiedad semejante. Considero un insulto que, mientras la mayoría de las mujeres luchamos porque se nos considere ciudadanas de primer orden como se viene considerando a los hombres desde tiempos inmemoriales, ya que ese es uno de nuestros derechos inalienables, usted se comporte como una persona carente de cerebro que no tiene la capacidad necesaria para discernir las cosas que son importantes de las que no lo son, lo que, aun siendo una injusticia, repercutirá sobre nuestro género. Y no hablo sobre el hecho, mucho más preocupante, de que dentro de un año usted seguirá juzgando y sentenciando a ciudadanos, porque las dimensiones de este espacio no me lo permiten.