Las comparaciones son odiosas y a veces luminosas, con lo que el nivel de enconamiento de los malparados se eleva a la enésima potencia. Valga el exordio para el caso Gürtel y compañía.

Lo que está saliendo de la trama corrupta del PP supone del orden de 1.000 millones de pesetas, agrupadas en dosis y en muchos casos no pasa de conversaciones privadas o apuntes contables en libros chapuceros que ya me dirán el valor que pueden tener como prueba material y/o moral.

Frente a esa cifra y sus circunstancias, por ejemplo los Chaves manejaron -es un decir- de un solo golpe 1.600 millones de pesetas contantes, sonantes e indiscutibles.

La diferencia la marca el agitprop.

En el caso de la trama Gürtel se realizaron escuchas a cientos, quizá miles de ciudadanos -no quiero suponer que se espió a todo el mundo y que a posteriori determinados jueces amigos autorizaron/legalizaron las escuchas con mordiente-, manteniendo secreto el sumario -¿para que no se pudiesen defender los aludidos como hacía la Inquisición?- y filtrando de forma sesgada y manipulada a los medios amigos piezas y piezas que levantaron durante meses una difamación gigantesca.

¿Se imaginan lo que ocurriría si se publican las conversaciones telefónicas entre Chaves y su hija a propósito de los famosos 1.600 millones?, ¿y las cuitas por el móvil entre Montilla y la caja que le perdonó 1.000 millones?, ¿y los susurros entre los prebostes socialistas de Caja Castilla-La Mancha y sus jefes políticos a cuenta del monstruoso agujero de esa entidad?, ¿y las grabaciones del chivatazo del bar Faisán, donde se supone que un altísimo cargo alertó a los terroristas de la ETA ya con la Policía pisándoles los talones? En una escala de uno a diez, Gürtel tiene gravedad 4; Montilla, 5; los Chaves, 6, y los canallas del caso Faisán, 10. Pero sobre Gürtel planea un agitprop de intensidad 1.000 y denunciando los escándalos verdaderamente graves apenas hay cuatro voces.