No creo que haya nadie que no haya escuchado nada durante este fin de semana sobre el muro de Berlín, sobre su construcción, sobre la separación que supuso, sobre su caída? Pero lo que no es tan de dominio público son esas pequeñas catástrofes cotidianas que supuso, no sólo su construcción, sino el ofuscamiento de quienes lo tomaron como un símbolo inquebrantable de su adhesión al régimen que lo mantenía.

El Muro se construyó en el año 1961. En una pequeña parte de esta «frontera», se encontraba el puente Oberbaumbrücke, construido entre 1894 y 1896 sobre el río Spree entre los distritos de Kreuzberg y Friedrichshain. Y, como decía anteriormente, desde 1961 hasta 1989 fue «paso fronterizo» aunque sólo para peatones. El 11 de mayo de 1975, el niño de 5 años Cetin Mert murió ahogado en el río, en la ribera Gröbenufer, situada al suroeste del Oberbaumbrücke. Cetin cayó al río Spree desde la parte alta del muro del muelle. Esta zona pertenecía en toda su extensión al territorio de Berlín Oriental. Los guardias fronterizos impidieron a los transeúntes que se allí se congregaron ayudar el pequeño a salir del agua; tampoco a los bomberos que acudieron desde la parte occidental de Berlín se les permitió actuar para impedir la tragedia. El 29 de octubre de ese mismo año, se llegó a un acuerdo entre el Senado de Berlín (parte Oeste) y el Gobierno de la RDA sobre medidas de socorro en aguas fronterizas.

Así escrito suena bien, un acuerdo de auxilio a las víctimas de accidentes en aguas fronterizas, pero para Cetin llegó tarde. Cetin se ahogó porque la irracionalidad que, a veces, manifiesta el hombre es tan grande que interpone absurdas creencias a su deber para con sus semejantes. Qué importancia tendría que un bombero viviese en un país capitalista y el niño en uno comunista, ¿es esto, acaso, un motivo para que este niño tuviera que pagar con su vida una travesura tan propia de un niño de su edad? Habrá muchos lugares en Berlín que guarden recuerdos de tragedias como ésta, hechos que quizás hoy remuerdan en la conciencia de los hombres que permitieron que sucedieran. No pasarán a la historia porque es una sola persona quien lo protagoniza, aunque deberían hacerlo. Toda barbarie o barbaridad que comete el Hombre contra el Hombre debería quedar grabada a fuego en la memoria de la Humanidad, es decir, en su Historia. Para que nunca se repita, para que cuando el Hombre, cegado por su avaricia, por sus ansias de poder, por su irracionalidad, por su ignorancia? cometa un acto que repercuta en sus semejantes, se puedan emplear argumentos que, por la veracidad que aportan los nombres, los apellidos y las fechas le hagan recapacitar sobre su condición humana.