En esta Libertonia de nuestros pecados cualquier dibujo por surrealista que sea parece dogma infalible y motivo de guerra santa. La última es el Tren de la Plata -TPA, no confundir con la Teletini- que se lanzó hace unos días como fórmula mágica para transportar mercancías de la cabeza de África al corazón de Europa.

Resumidamente, se trataría, digo yo, de cargar un barco de patatas -o de cualquier maravilla del I+D+i, es lo mismo- en el puerto de Tánger; descargarlo en Algeciras, cargarlo allí otra vez en el nuevo ferrocarril superheterodino, descargarlo, y van dos, en Gijón, cargarlo en un barco en El Musel y descargarlo, a la tercera, por ejemplo, en Rotterdam. A fe que parece más sencillo y barato -y sobre todo muchísimo menos surrealista- cargar las patatas transgénicas en Tánger y descargarlas en Rotterdam. Pero ya se sabe que la onírica Libertonia tiene sus leyes, en las que dos más dos pueden sumar 23, un kilómetro constar de doscientos metros y un pato tener cuatro patas.

Ítem más, si se trata de construir un ferrocarril de altas prestaciones -menudo eufemismo para un tren burra ligero-, ya me dirán qué pinta Asturias en ese fregado, porque se supone que estamos a punto de lograr el AVE, de manera que quizá tenga sentido hablar de TPA o Tren de la Plata de León al Sur y, sobre todo, de Astorga a Plasencia, donde no hace mucho cerraron la línea -menuda coherencia-, pero no en Asturias, a nada de inaugurar el Tren del Oro.

Supongo que todo debe tener una explicación racional, que los sinsentidos que acabo de exponer responden sólo a un problema de comunicación, pero, caramba, puestos a inventar necesidades me parece más lógico decir que el Tren de la Plata va a ser estratégico -¿se acuerdan del Estratégico, de Ferrol-Gijón, llamado así porque se suponía que era para mover tropas por el Norte y evitar una invasión de gabachos o pérfidos albiones?- y que será imprescindible para trasladar soldados y armas hasta el norte de África, donde, sospecho, se va a armar.