Hace algo así como cuarenta años los ganaderos asturianos pedían una subida del precio de la leche con una tractorada que arrancaba de Tineo, pasaba por Salas y pretendía llegar a Oviedo. No los dejaron. En Grado fueron «invitados» -de la forma en que se «invitaba» en aquellos tiempos- a dar media vuelta y volver a sus caserías. Después hubo unas cuantas huelgas de la leche, pero como no existía unidad de acción, abundaban los que guardaban a buen recaudo sus bidones y los entregaban a escondidas, mientras que el vecino solidario con la causa perdía el ordeño del día, ya que lo tiraba o lo daba a los cerdos.

Ahora algo se ha ganado, porque la tractorada de ayer se inició en los aledaños del mercado de ganados de Pola de Siero y no tuvo mayores problemas para llegar a la capital del Principado. Pero, naturalmente, faltaban muchos tractores, ya que lleva muchas horas el desplazarse desde las dos alas de Asturias. Y fueron los del centro quienes mantuvieron el tipo, aunque apoyados por los de Oriente y Occidente, ya que el problema del precio de la leche les afecta a todos por un igual. No estaban, como es lógico, los que se quedan siempre en casa a la espera de que sean los demás quienes saquen las castañas del fuego cuando ya están amagostadas. Pero con esos ni se pudo contar entonces -en esto las generaciones repiten actitudes- ni tampoco se les esperaba ahora.

La tractorada de ayer, contemplada a pie de carretera, llegaba a producir emoción. Me hubiese gustado que mi viejo Goldoni estuviese en condiciones de rodar desde Muñó hasta la Pola para unirme a tan compacta y entusiasta caravana. Pero es un tractor de un solo cilindro -eso sí, con camisa nueva, que tiene su importancia-, y cuando sale más allá de la huerta empieza a calentar tanto su motor que es como una invitación para detenerse en el primer chigre del pueblo para que se refrigeren la máquina y el conductor. Pero todo eso es lo de menos. Lo importante fue que allí estaban Pedro Egocheaga, el de Villaviciosa; Pablo y José María, de Tineo; Diego, el de Valderrodero de Mallecina, y todos y cada uno de los promotores, impulsores y dirigentes sin sueldos ni prebendas de Ganaderos Unidos, un grupo de profesionales que no buscan popularidad para llegar a ser concejales o alcaldes en su municipio ni diputados en el Parlamento asturiano ni tan siquiera asesores de algún político de la cosa.

Estos Ganaderos Unidos no son un sindicato agrario más. Me parece que ni siquiera tienen una oficina que sea centro de su actividad administrativa. Se reúnen en los bares de los pueblos, en los teatros de las villas, en los cabildos de las iglesias y en los almacenes de las cooperativas. Nadie va pagando detrás las consumiciones, sino que cada cual aporta lo que es necesario, además, naturalmente, de ponerle gasolina al coche y de hacer frente a la elevada factura del teléfono privado, porque las convocatorias, asambleas y contactos se hacen con el móvil que todos llevan en el bolsillo o en la cabina del tractor. No reciben subvenciones de nadie. Carecen de recursos ajenos incluso para lo más elemental, como son los sellos de correos para enviar las circulares a los asociados.

Si algo que hay que agradecer a Ganaderos Unidos es que admitan a todos aquellos que de alguna manera estamos vinculados al campo. No te preguntan si tienes vacas o si has ordeñado alguna vez una cabra. Se trata de unir a quienes son sensibles a la problemática ganadera y campesina. En los sindicatos al uso hay cargos que tienen una remuneración por dedicación al asunto. Y después, a la hora de que los partidos configuren las listas para las elecciones municipales, siempre hay posibilidad de engancharse en una candidatura. Se llega arriba con cierta facilidad si se tiene un poco de habilidad y se anda bien de «pico», que es muy válido el saber convencer a los vecinos para que te voten.

Por todo ello, la tractorada de Ganaderos Unidos hay que valorarla más allá de los resultados que pueda tener de cara a las reivindicaciones planteadas, que se centran en que el ganadero no pierda dinero por cuidar las vacas. Es decir, percibir por un litro de leche el precio de costo, poniendo un salario mínimo para la familia que trabaja en la casería. Sólo eso. Pero todo parece indicar que se está muy lejos de poder conseguirlo. Estos de Ganaderos Unidos han decidido ir por libre. Se supone que tienen razones más que justificadas. No reciben subvenciones, pero, como contrapartida, son libres e independientes, porque no tienen que pagar «peaje». Como no aspiran ni tan siquiera a ser concejales, pues no les duelen prendas a la hora de luchar por lo que consideran justo, esto es, seguir trabajando en el sector ganadero y recibir un salario, aunque sea el mínimo interprofesional.

Me he fijado detenidamente en sus rostros cuando toda esta familia asturiana de Ganaderos Unidos arrancaba del mercado de la Pola, y percibí que conducían sus tractores con orgullo de ser ganaderos, con dignidad, con la serenidad que infunde el pensar que lo que se está haciendo es algo que los afecta a ellos individualmente, pero también a todo el colectivo. Los dejaron llegar a su destino, pero me temo que los resultados van a ser idénticos a los de la tractorada de hace cuarenta años. Y es que los políticos no saben, no contestan. Como siempre.