Cuando las relaciones internacionales vienen mal dadas parece que todas las miradas en la búsqueda de una solución satisfactoria a cualquier problema se centran en el papel dialogante que pudiera desempeñar Su Majestad Juan Carlos I. Pasó hace nada, sin que llegase a intervenir, con el barco pesquero secuestrado por los piratas somalíes, y ahora, lo más candente, con el dilema propiciado por la activista saharaui en huelga de hambre. A la vista de la ineficacia del Ministerio de Asuntos Exteriores, algunos ya sólo pretenden que la Casa Real española sea la intermediadora para lograr un final feliz.

Ha sido el grupo de artistas e intelectuales afines al PSOE quienes han comenzado a dar la lata para que don Juan Carlos I actúe, como si de un ministro español -haciendo las funciones del señor Moratinos- se tratase, ante la casa aluita. Pero, reconociendo el tremendo drama del pueblo saharaui, creo que esos adalides de la cultura de este país se escabullen del conflicto, y así tratan de confundir a la ciudadanía. ¿Por qué no vuelcan todas las exigencias, con sus consiguientes críticas, contra el Gobierno de ZP? ¿Harían lo mismo si estuviese gobernando el PP?

El drama está ahí, lo mismo que la consabida «alianza de civilizaciones». Que toquen a las puertas de la Casa de Su Majestad el Rey precisamente esos artistas y actrices a los que les gustaría que la Monarquía se fuese al carajo, me resulta bastante patético. Y es que son los mismos que miran hacia otro lado cuando la banda terrorista ETA actúa; los mismos que nada quieren saber sobre lo que acontece en Afganistán; igualmente, los mismos que aplauden dictaduras de izquierda -Cuba-; los mismos que, como los sindicatos, bailan al sol que más calienta, en este caso, el del Partido Socialista Obrero Español.

Mal pero que muy mal debe marchar la cartera de relaciones internacionales en este país de la piel del toro cuando arrecian los problemas. Aquí cuando truena todo se encamina al ¡sálvese quien pueda! Y la prueba más fehaciente pasa por pedirle al Rey de España que se ponga las pilas ante su homónimo marroquí. En cristiano: que logre el ansiado retorno de Aminatu Haidar a su pueblo saharaui. Después, ¡ojalá lo consiga!, los parabienes de esas gestiones se apuntarán en el haber del señor Moratinos y demás prole. Tiempo al tiempo. Y los actores y actrices retornarán de nuevo a la retaguardia de las movilizaciones.

Aquel rifirrafe del venezolano Hugo Chávez con don Juan Carlos I no pasó desapercibido, aunque el mal trago hubo de pasarlo el propio presidente del Gobierno de España, Rodríguez Zapatero. Con el secuestro del «Alakrama» se alzaron algunas voces de los familiares de los tripulantes sugiriendo la mediación del Rey, aunque el problema se solventó previo desembolso de la cantidad exigida por los piratas, y en estos instantes el papel que pueda desempeñar el Rey ante Mohamed VI de Marruecos probablemente sea determinante para evitar un fatídico desenlace en la vida de la activista saharaui. Lo triste, en mí opinión, es observar que deben ser los artistas y actrices los que «mueven ficha».

El tema del Sahara es, sin lugar a duda, serio y preocupante. Al Gobierno de ZP sólo le resta escudarse en las tablas dialogantes de don Juan Carlos I, la única persona de talante que bien puede hacer entrar en razones al monarca alauita. El primer paso en ese rumbo lo han dado quienes arroparon a Rodríguez Zapatero en sus últimas elecciones: ese grupo de personajes del mundo de la cultura -de izquierdas, ¡faltaría más!- a los que denominan «los de la ceja». Por cierto, al señor Moratinos le ha salido un enorme competidor en su tarea de Asuntos Exteriores: Su Majestad el Rey de España. ¿Aceptará el reto la Casa Real española? En juego está la vida de la activista saharaui Aminatu Haidar, retenida desde hace varias semanas en el aeropuerto de Lanzarote.