Arranca la semana con perplejidades renovadas. Ese extraño dispositivo denominado Conferencia de Presidentes Autonómicos ha vuelto a dispararse sin dar en blanco alguno. Y la consulta independentista de Cataluña ha sido otro disparo al aire, después de que no haya alcanzado ni el 30 por ciento de participación. Tantos esfuerzos y ni «res de res». Los líderes políticos van por un camino y el pueblo llano por otro. Sucedió ya con el referéndum del Estatut, que logró una participación bajísima, y de tal modo que toda esta movilización de los repúblicos catalanes contra el Tribunal Constitucional, por si les recorta el texto, no parece brotar de la base cívica, sino de voluntades tan elevadas que ya han desconectado del sentimiento popular. ¿Quién se equivoca? ¿El político que empuja, o el pueblo que no le responde?

En cuanto a la Conferencia de Presidentes, se trata de un invento que no figura en ninguno de los papeles que describen la arquitectura del Estado. En parte nos recuerda a la Federación de Municipios y Provincias, la FEMP, que reúne a los alcaldes españoles en un foro que nadie les ha pedido. Por tanto, acaba siendo inútil.

De las conferencias creadas por Zapatero en 2004, y de las que ya se han celebrado cuatro, sólo va quedando el poso de que son un lugar donde algunos díscolos graban las conversaciones con el teléfono móvil. Como son a puerta cerrada, sin orden del día trabajado previamente, y sin luz y taquígrafos, lo de grabarlas ocultamente debe de tener su morbillo. Gracias a una de esas grabaciones se le escuchó a Esperanza Aguirre lo de «a caballo regalado no le mires el diente», lo cual acaeció cuando Zapatero acudió a la conferencia para repartir dinero extra entre las comunidades autónomas. No obstante, la reunión de mandatarios autonómicos tenía buenas intenciones: cual tabla redonda artúrica, el Gobierno iba a tratar por igual y multilateralmente a todas las comunidades. Pero la reciprocidad no ha funcionado, como la consulta catalana, aunque estéril, acaba de demostrar.