Recorremos en Gijón tiempos de intensidad urbanística. La Parca también lo hace. Acaba de llevarse al abogado Agustín Muñiz y al periodista Bastián Faro, ambos con bastante que ver en la planificación contemporánea de la Villa de Jovellanos. Hasta donde llega nuestro conocimiento no tenían que ver. De hecho, sus épocas fueron yuxtapuestas. Bastián relató la actualidad urbanística del franquismo gijonés, pero alcanzó después su cenit con el férreo marcaje informativo y opinativo que aplicó al PGOU que se confeccionaba a comienzos de los años ochenta. Es más, el autor de ese plan, el urbanista Ramón Rañada, conserva encuadernadas las columnas periodísticas de Bastián Faro, a las que atribuyó tanta carga feroz como a las que Francisco Carantoña escribía por la misma época.

Agustín Muñiz entra en las circunstancias gijonesas como gerente de la gestora de suelo del Principado, Sogepsa, que a finales de los años ochenta se hizo cargo del plan especial de reforma interior (PERI) de El Llano. Sobre aquel degradado pedazo de Gijón se operó la gran cirugía ya concebida por Rañada y no criticada por Bastián Faro (al menos en sus textos más canónicos, ya decimos que recopilados -y respetados- por Rañada). La influencia de Muñiz en la planificación y edificación de la ciudad iba a ser amplísima, como productor e incluso director de casting de la escena urbanística gijonesa y asturiana. Según esta misma alegoría, Bastián Faro fue el severo crítico urbanístico de quien el juntaletras que escribe «El cormorán» aprendió unas cuantas cosas.

Bastián Faro volvió al papel prensa en 1998, en LA NUEVA ESPAÑA de Gijón, con aquel «Desván de Poniente» que a menudo martilleaba sobre la gran «mamandurria» municipal, una de las grandes verdades de nuestro tiempo. Pero a esta particularidad volveremos en otro momento. Ahora sólo apuntamos a que hay luto en el urbanismo gijonés. Que la tierra urbanizable que movieron o escrutaron les sea leve a Bastián Faro y a Agustín Muñiz.