Como siempre, Aznar ha puesto el dedo en la llaga que a estas alturas es herida abierta y sangrante con rumbo a lo propio de las úlceras gangrenosas y terminales. Y es que ha dicho que los únicos interrogantes que caben ante las políticas internacionales de ZP es «dónde hay que rendirse o dónde hay que pagar». El líder popular añadió que por culpa de la debilidad y desvaríos socialistas «nadie nos toma en consideración» y, en fin, que se ha desperdiciado la política exterior desplegada durante el tiempo en que el Gobierno de España estuvo capitaneado por él.

Verdades como puños y mira que la mano cerrada suele ser señal de la contra. Pero ya me dirán cómo rebatirlo si su Gobierno fue el mejor desde Cánovas y el único desde la Guerra de la Independencia que le plantó cara con éxito a los gabachos y abrió una revolucionaria vía de colaboración con el mundo atlántico y anglosajón, sobre manera con los EE UU.

Durante ocho años vivimos tiempos mágicos, a la cabeza del mundo libre y prosperando como nadie. Baste decir que cuando murió el general Franco en España trabajaban 12 millones de personas y veinte años después, cuando Felipe González perdió las elecciones, la cifra era la misma aunque había crecido considerablemente la población. Menudo éxito socialista. Pues bien, tras los ocho años de Gobierno de Aznar trabajaban en España más de 17 millones de personas, lo que sumado a la histórica foto de las Azores da idea de hasta dónde llegó este país.

Ahora, ya ven. Nos apalean unos piratas de tres al cuarto, nos chulea el sultán de Marruecos, nos intimida una extraña activista saharaui y se ríen de nosotros a carcajadas los gibraltareños.

La cuestión no es ya si ZP va a intentar un tercer mandato o no porque está viviendo los minutos del descuento -en una democracia normal ya habría dimitido- lo que cuenta es que hace falta un gobernante como Aznar.

Y en Asturias, lo mismo, como comentaba ayer.