Estas estaciones locas no dan tregua a las agujas del reloj precipitando acontecimientos, fuera de temporada, e impidiendo que el organismo se aclimate al cambio climatológico a pesar de las costosas e inútiles reuniones sobre el mismo -la última, en Copenhague- con el resultado de siempre; claro que así se va fomentando el turismo de alto «estanding», a cuenta de los sufridos contribuyentes. Es uno de los grandes placeres del cargo, no me extraña que nadie se quiera «apear de la burra».

El otoño dio paso al invierno con Navidades blancas y alarmas informativas que terminan por atemorizarnos y crisparnos un poco más de lo que ya estamos. No me ha sorprendido la agresión al periodista Hermann Tertsch, de Tele Madrid, o a Berlusconi. Creo que se ha perdido el respeto y todo el mundo habla de democracia..., pero siempre y cuando que el «agua vaya por su riego». De esto saben mucho los campesinos, que, pese a movilizarse, todos los ignoran, quizá por su baja rentabilidad. Nada tiene que ver un sindicato agrario con uno de la minería, el metal o la construcción; el campo cada día da menos votos.

Pero ya estamos en las Navidades y pese a la crisis queremos darle un poco de alegría al «consumo»; más «cava» y menos villancicos. A pesar de los detractores y de la influencia de la cultura nórdica y angloamericana (en todo menos en el inglés, que tanto nos cuesta aprender), los españoles, incluyendo algunos «progresistas», defendemos la tradición del belén y los Magos. Claro que llegados a este término siempre le damos protagonismo al Niño, a la Virgen, a San José y a los Reyes Magos; también a la mula y el buey, pero se habla muy poco o se le da un papel muy secundario a Herodes, cuando en realidad es un personaje mucho más humano que el resto de las figuras del belén, y mucho más cercano a nosotros, los mortales del siglo XXI, porque no tiene nada de perfecto; es un vividor de una corte corrupta dispuesto a engañar al pueblo (del que vive) y con un gran temor hacia a todo aquello que le haga temer la pérdida del trono.

Herodes fue nombrado rey de los judíos por recomendación de Marco Antonio, puesto que era fiel a los romanos. Decapitó a Antígona después de arrebatarle Judea. Su reinado estaba basado en el terror, quitando de en medio a todos cuantos pudiesen hacerle sombra. Por ello persiguió, sangrientamente, a la familia reinante, asesinando a su propia esposa Asmonea, a su suegra, a su cuñado y a tres de sus hijos; por ello cuando conoció la profecía sobre el niño que había nacido y que iba a ser rey de los judíos mandó degollar a todos los menores de 2 años nacidos en Belén.

Como podemos ver, nada nuevo sobre la faz de la tierra. Los siglos pasan pero nuestro comportamiento, con virtudes y defectos, sigue siendo el mismo. Nadie quiere dejar la poltrona, nos la haya dado el pueblo a través de sus votos o quien reparta los cargos a través del «favor», y al lado de estos personajes se van poniendo las masas favorecidas, siempre dispuesta a un cambio según las conveniencias. Herodes se impone en nuestros belenes como figura principal, al igual que el «caganet» catalán.

Tras el «belén» que se montó con la «acogida» a Aminatu Haidar, y dadas nuestras raíces culturales que han dado lugar a que los belenes se inspiren en árabes y judíos y que ahora hemos potenciado con la «Alianza de las Civilizaciones», creo que vamos a tener un gran número de figuras aportadas por Marruecos y el Frente Polisario, con mucho desierto por delante.

Me apetece pintar una versión actual del belén: pondría a Moratinos como San José y la Virgen podría ser Aminatu, un problema que se presenta es el del Niño, pues Herodes tratará de impedir que alguien aporte uno... y al final llegarían nuestros «Reyes Magos», a petición de Cayo Lara, con el oro, el incienso y la mirra, porque hay que echarle mucha magia para recomponer esta escena.