Amarillo» es mi gato. Un gato inexistente, que, a modo de Pepito Grillo, vapulea mi interior cuando menos lo espero. En más de una ocasión, ha llegado a meterme en algún aprieto, pero siempre acaba por cautivarme, porque su corazón es hierro y oro al mismo tiempo.

-Hay cosas que sólo suceden cuando se tiene conciencia -asevera «Amarillo», que además sabe hablar.

-O corazón -pienso yo.

El caso es que hoy se ha puesto «estupendo» e insiste en que hablemos sobre energía.

-¿En un plano físico o metafísico? -le pregunto.

«Amarillo» no responde; pero, claro, lo que quiere es que hablemos entre otras cosas del proyecto Sama-Velilla. Quiere que nos impliquemos.

-Está bien, «Amarillo», pero seré muy breve. Algunos creen que las mujeres y los gatos son caprichosos y también los presidentes; pero tú y yo no estamos de acuerdo con eso, ¿verdad? En un contexto democrático se puede argumentar, pero no tildar de «caprichosa» una gestión cuando ésta va encaminada a la consecución de un interés de carácter nacional y, cuando sin ella, no quiero ni pensar lo que podría llegar a pasar en nuestra comunidad en un futuro bastante inmediato. Se precisa energía, se quiere energía. La queremos todos, la necesitamos todos, pero sin determinadas infraestructuras, es imposible... El presidente de nuestra comunidad posee, además, los conocimientos técnicos (no lo olvidemos) para apoyar y adoptar la solución más adecuada.

«Amarillo» me mira con ojos incrédulos.

-¿Qué si soy o si me he vuelto socialista? ¡Sin duda tratas de meterme en un aprieto! Está bien te contestaré, y no, ¡no temo a la censura! En lo referente a energía, me declaro arecista, y a mucha honra. ¿Te sorprende? ¿Quieres no interrumpirme? Sí, «Amarillo», sí, soy independiente, pero ser independiente también es dar la razón al que la tiene. Y el Presidente la tiene. Se puede ser independiente y comprometido, reconozco que me siento bien en la torre de marfil, pero también me duele mi tierra, también me duele Asturias... Y no, no es una pose trasnochada o unamuniana, simplemente me duele, «Amarillo», me duele que en asuntos de semejante envergadura no vayamos todos a una, seamos políticos, periodistas, hombres, mujeres o gatos, si me apuras. Sé que el señor Areces seguirá poniendo todo su empeño en luchar con tenacidad por esta tierra y aquello que la favorezca. Así, por todo ello, por lo escrito y lo que aún queda en el tintero: «grazie mille», señor Presidente.

-Bonito final -responde «Amarillo» complacido e incorregible- ¿pero desde cuándo hablas italiano?