Hay cuatro vectores principales de comunicación: carretera, ferrocarril, avión e internet.

Las autovías asturianas fundamentales, si no rematadas lucen muy avanzadas, y la red interna siempre se puede mejorar, pero ahí está, bastante desarrollada.

Las autopistas de la información requieren banda ancha y lo que venga, y en ese terreno Asturias no está mal situada.

En cuanto al ferrocarril y el avión, si se hacen las cosas bien, podremos plantarnos en menos de dos horas en Madrid por tren, y regularmente en una hora larga en París y Londres en avión. Pero ahí el panorama pinta mal o muy mal.

A mi juicio, el AVE no lo vamos a ver nunca -entendiendo por nunca, mediados de siglo-, porque lo que ahora se maneja es pura baraja de palabras para ocultar arteros juegos de manos. La variante de Pajares va a mejorar muchísimo el escenario, que ya ha progresado con los túneles de Guadarrama, pero de ahí a bajar de dos horas hasta Madrid hay muchísimo trecho y ése es el horizonte de competitividad con otras comunidades. Es más, inventar AVE a Europa, Finisterre o Algeciras es una forma burda de escamotear el que cuenta de verdad.

Y ahora peligra el aeropuerto. Deficiencias técnicas, razones geoestratégicas, costes elevados o simplemente el escasísimo peso político de Asturias, encabezada como está encabezada, pueden convertir el aeropuerto de Oviedo -así se empezó a denominar oficialmente y se mantiene en muchas líneas, pero por culpa del morbo cantonalista a estas alturas tiene al menos cuatro nombres, que es como permanecer en el anonimato- en un equipamiento de segunda o mejor de tercera, porque ahora ya está en la serie B, que es casi como desaparecer.

Solución: el Principado debe estar capitaneado por una personalidad fuerte, que se haga respetar fuera y que lidere al conjunto de los asturianos. En nuestras manos está, pero temo que se vuelva a optar por burócratas melancólicos.