El estaba de paso por Avilés, y buscamos tiempo para charlar y beber largo y tendido. Hablo de Claudio Rodríguez, un clásico en vida, del que recuerdo que «es el tiempo, es el miedo los que más nos enseñan nuestra miseria y nuestra riqueza».

Y el tiempo es el que me lleva a recordar el 29 de enero, como fecha marcada en la vida de dos referentes literarios para Asturias y Avilés.

El azar, supongo, quiso que Armando Palacio Valdés falleciera el 29 de enero de 1938, a los 84 años de edad, en Madrid y que Ana de Valle lo hiciera en Bélgica en igual fecha pero de 1984, y también a los 84 años. Y que los restos de ambos, viajaran hasta el monumental cementerio de Avilés. La vida.

Palacio Valdés fue el primer gran escritor que me descubrieron siendo yo niño. Fue una «sugerencia» de mi madre, Sofía Legazpi, la que me hizo leer parte de un libro que me entusiasmó: «La novela de un novelista». El hecho de que un escritor, de fama universal, retratara mis lugares de aventuras infantiles (Galiana, Rivero o Sabugo) como los suyos, me fascinó. Tanto que hasta he tenido el atrevimiento de pronunciar una conferencia, no como erudito de su obra, sino como lector de la misma.

Tengo escrito que Asturias no ha tenido mayor «publicista» que Armando Palacio Valdés. Su obra ha calado tanto que ha hecho posible la hermandad entre Pola de Laviana (nacimiento) y Avilés, o la reciente creación de una «Asociación de Amigos de Palacio Valdés». No conozco caso parecido en ningún otro escritor asturiano. No sé ustedes.

A Ana de Valle, tanto poética como humanamente, Avilés le debe mucho. En tiempos difíciles (una obviedad hablando de poetas) prohijó a un afanoso grupo de jóvenes creadores que formaron «Jueves Literario».

Y como a veces pasan cosas, pues unas te llevan a otras. Por ejemplo, entre ellos y el entonces concejal de Cultura, Pepe Martínez, crearon el premio de poesía «Ana de Valle» y por Avilés desfilaron poetas de la categoría del citado Claudio, José Nieto, Luis Rosales o Pepe Hierro. Y también surgieron poetas locales como José Manuel Feito o Marian Suárez, la más galardonada y conocida a nivel nacional, y la persona más entusiasmadamente poética que conozco.

Y todavía el otro día llegaron espléndidas -y esplendorosas, que es insano cortarse en esto- autoras como Natalia Menéndez y Esperanza Medina, ganadoras del prestigioso «Ana de Valle».

La inspiración es una mezcla de aventura, estudio y azar. Ya me lo advirtió, aquel día, Claudio Rodríguez.

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