La misión de las tropas españolas en Afganistán se está convirtiendo en un infierno cotidiano. La seguridad no está garantizada ni siquiera dentro de la propia base, que fue atacada con cohetes el mismo día en que la ministra Chacón acudía a recoger el cuerpo sin vida del soldado John Felipe Romero, asesinado por los talibanes en un atentado contra su BMR.

La labor de reconstrucción llevada a cabo en la zona de Herat en los primeros años de despliegue ya no es posible. Las salidas de la base son para labores de reconocimiento y de vigilancia de vías de transporte. La ofensiva talibán no distingue entre la operación militar norteamericana de guerra contra el terrorismo y la misión amparada por Naciones Unidas y la OTAN, todos son enemigos al mismo nivel y contra todos atenta con la misma saña.

Este último y triste viaje de Carme Chacón ha servido, además, para que un equipo de expertos analice sobre el terreno el aumento de los riesgos de las tropas allí destacadas y las nuevas estrategias y dotaciones para incrementar la protección.

Pero no es suficiente. La ministra de Defensa debe, como le solicita la oposición, comparecer ante el Congreso para explicar qué está ocurriendo en Afganistán: la utilidad de enviar más efectivos como ha pedido Obama, el coste de la operación en un momento de recorte de gasto público y los verdaderos riesgos a los que las tropas españolas se enfrentan dentro y fuera de la base.

El Gobierno, previa consulta a los aliados, debería ir proponiendo una fecha límite para el fin de la misión en el país asiático, donde la presencia de las tropas occidentales, lejos de mejorar la situación del pueblo afgano, no ha servido para consolidar la democracia, ni para mejorar la sojuzgada situación de las mujeres, ni para acabar con la corrupción, ni siquiera para dar con Osama Bin Laden.

El Congreso de los Diputados sería un buen escenario para anunciar un calendario de retirada paulatina de las tropas, dado que se ha superado ampliamente la fase crítica de la campaña electoral que ha vuelto a llevar a la presidencia, en unas más que dudosas elecciones, a Karzai.

Está bien apoyar a Obama. Está bien participar en la lucha contra el terrorismo internacional. Pero de forma eficaz y no por los siglos de los siglos.