La propuesta del PP de Gijón de que toda la franja marítima que va de la playa de Poniente a la del Arbeyal se convierta en una urbanización residencial de alto nivel nos provoca algunas reflexiones. Por una parte, al presentar sus prioridades ante la redacción del nuevo PGOU, los del PP gijonés han sido verdaderamente aguerridos: han descrito, negro sobre blanco, el nervio y el espectro que recorre los sustratos de la costa oeste gijonesa, aquella que fue netamente industrial en su origen y que, junto al ferrocarril, explica que Gijón exista hoy como lo conocemos.

Dicho nervio arrancó con el relleno de la playa de Poniente y continuó con aquella frase magistral escuchada a un concejal gijonés hacia 1999: «Es que detrás de una playa siempre va una urbanización». Así nacieron los edificios barco y demás.

Y el espectro al que aludíamos consiste en que una industria naval disminuida -con cuya desaparición han colaborado a su manera nuestros repúblicos, sobre todo por omisión- crea ese vacío urbano, ese «horror vacui», ante el que los ayuntamientos suelen reaccionar como desde los tiempos de Caín, quien después de desplomar a su hermano con una quijada de asno se hizo constructor de ciudades. Por tanto, pisos, siempre pisos.

En consecuencia, el PP local dice en voz alta lo que tímida o fragmentariamente ya habían expresado otros actores sociales. Sin ir más lejos, el sindicato UGT postuló hace poco con gran empeño que el astillero Juliana debía ser traslado a El Musel. A ello respondió la Autoridad Portuaria que no existía sitio reservado en las dársenas museleras. Mientras, los más prudentes se preguntaban quién pagaría la factura de la operación, ya que serían necesarios cientos de pisos en la zona liberada para abonar la mudanza con plusvalías.

Pero de lo que ahora propone el PP la llave legal y urbanística la sigue teniendo el Ayuntamiento de Felgueroso y el PGOU que produzca. Esperaremos a su razonamiento.