«Si en nuestras relaciones privadas evitamos molestarnos, en la vida pública, un respetuoso temor es la principal causa de que no cometamos infracciones, porque prestamos obediencia a quienes se suceden en el Gobierno y a las leyes, y principalmente a las que están establecidas a ayudar a los que sufren injusticias y a las que, aun sin estar escritas, acarrean a quien las infringe una vergüenza por todos reconocida». (De la Oración fúnebre por la democracia, de Pericles, reproducida por Tucídides)

«¿Habéis fracasado ya bastante? ¿No? ¿Pues seguid fracasando hasta que el pueblo os diga: ¡Basta!» (Azaña)

Plegaria de Zapatero en Estados Unidos muy poco tiempo después de conocerse que el mandatario estadounidense no visitará España, malográndose así aquella «conjunción planetaria» de la que habló Leire Pajín. ¡Ay! Compungidos y cariacontecidos por ello, desde estos lares del occidente de Asturias, si tuviésemos que ponernos a orar, yo creo que, parafraseando a Pericles, se impondría hablar de una especie de oración fúnebre por la dignidad.

¿Qué gobierno tenemos si es capaz de proponer una medida de la trascendencia de alargar el tiempo de cotización para percibir pensiones y, tan pronto se difunde tal cosa, retirarlo y desdecirse? ¿Dónde está el izquierdismo de un Gobierno que dice defender a los más desfavorecidos y, sin embargo, saca de su chistera la propuesta de retrasar la edad de jubilación? ¿Acaso no sufre ataques nuestra dignidad al ponerse de manifiesto que estamos gobernados por un Ejecutivo que va de ocurrencia en ocurrencia, de globo sonda en globo sonda, y tiro porque me toca?

¿Y qué decir con respecto al Gobierno de Asturias? A pesar del optimismo infinitesimalmente optimista de Areces, aquí el paro aumentó más que en otras comunidades autónomas. Aquí, donde sería fácil no tener un alto índice de desempleo dada la media de edad de la población, y, aún así, también se desboca.

¿Y qué decir de todo ello desde esta reserva india que es el occidente de Asturias? Ante los recortes presupuestarios anunciados por el Gobierno de España, parece por fin reconocerse que ese proyecto de autovía entre La Espina y Ponferrada se verá afectado por ello. ¡No me digan! ¿Acaso alguien ignora que cuando tal noticia se conoció la referida autovía estaba en verdad muy lejos de empezar?

Oración fúnebre por nuestra dignidad. ¿Cabe suponer que en la campaña de 2011 para las elecciones autonómicas y municipales se volverá a hablar de esta autovía, cuando, según marchan las cosas, es muy posible que en ese momento, en el mejor de los casos, llegará hasta Cornellana, que no a Lisboa?

Oración fúnebre por nuestra dignidad, que, dado el actual estado de cosas, podría tener lugar en cualquier territorio de España, aunque conviene recordar que tal cosa pudiera verse más intensificada aún en nuestro occidente de Asturias.

Aquí, donde una gran parte del paro no existe en la medida en que las circunstancias obligan a tener que abandonar estas comarcas para emprender un proyecto de vida mínimamente viable, no se ven ni se esperan políticas que atajen el actual estado de cosas.

Aquí, entre otras muchas cosas, se echan de menos proyectos conjuntos de varios ayuntamientos que comparten no sólo vecindad, sino también problemáticas comunes. Aquí, los partidos políticos tendrían que hacer el esfuerzo de hacerse visibles escuchando a la gente no sólo en días de campaña. Aquí, donde las promesas incumplidas son tan habituales, existe un plus de ataque a la dignidad colectiva.

Oración fúnebre por la dignidad en unas comarcas donde los servicios más básicos, de saneamientos, recogida selectiva de basuras, buenas conexiones de internet, etcétera, distan mucho de estar al alcance de la mayoría de la sociedad.

Oración fúnebre por la dignidad en unas comarcas regidas en más de un caso por una gerontocracia política que lleva tiempo demostrando que no hay capacidad para poner en marcha políticas que puedan revitalizarlas.

Oración fúnebre por la dignidad, llamada a combatir el caciquismo político hasta hacerlo desaparecer.

Oración fúnebre por la dignidad que aquí se da cita, mientras nuestro presidente del Gobierno hacía su oración con Obama. Y, por cierto, hablamos de un Presidente que visitó el occidente de Asturias un verano de éstos y que pudo conocer, a un tiempo, su innegable belleza, así como el tremendo aislamiento que padece.

Un día como hoy, de tránsito entre el sol de ayer y la previsible lluvia de mañana, cuando el lector tenga en sus manos este artículo, procede, aquí y ahora, entonar esa oración fúnebre por la dignidad que, con los hechos, se nos quiere negar más aún que en otras altitudes y latitudes de este país al que seguimos llamando España.

Un día como hoy, con el cielo poblado de nubes viajeras, con los ríos muy crecidos tras las recientes lluvias, y con la certidumbre de que la capacidad para el sonrojo de unos pocos y la indignación de muchos no se extinguió del todo.

Un día como hoy en el que más de uno haría bien en reconocer sus fracasos sin necesidad de esperar, como diría Azaña, a que el pueblo soberano, acaso más descreído que nunca, les diga, tal vez sin esperanza, pero sí con todo el convencimiento, que ya basta, que ya estuvo bien.

Que la dignidad, aunque no necesita estridencias, es irrenunciable. A ello vamos, hacia ella queremos dirigirnos.

Amén, señor Presidente, desde el occidente de Asturias.