«Carácter o tradición son, pues, las fuerzas de la resistencia; por mucho que, de frente o de soslayo, se haga en contra suya, siempre estarán presentes, tirando hacia atrás. La inteligencia activa y crítica, presidiendo en la acción política, rajando y cortando a su antojo en ese mundo, es la señal de nuestra libertad de hombres, la ejecutoria de nuestro espíritu racional. Un pueblo en marcha, gobernado con un buen discurso, se me representa de este modo: una herencia histórica corregida por la razón». (Azaña)

Se cumplía el 60.º aniversario de la muerte de Azaña. Y unos cuantos asturianos organizamos un viaje a Montauban a rendir homenaje al estadista republicano. Principiaba noviembre, tiempo de castañas y sidra dulce en nuestra tierra. Y en el PSOE asturiano se libraba, empero, una batalla ciertamente agria. Poco más de un año hacía de la única mayoría absoluta conseguida por Areces, y las tensiones eran muy grandes, tras las trifulcas con nombramientos que fueron fugaces en Cajastur y tras aquella escenificación de desencuentro en Rodiezmo con Zapatero como testigo de unos silbidos dirigidos a Villa que causaron furor. Usted, que hasta entonces había sido consejero de Industria, optaba a la secretaría de la FSA frente a don Álvaro Álvarez. Cuando regresábamos de Francia, tuvimos noticia de su victoria.

Y, a propósito de Azaña, yo me había permitido recordarle a don Vicente en un artículo una lapidaria frase del autor de «La Velada en Benicarló»: «Lo más difícil de administrar es una victoria política». Y lo había hecho, comprobando que Areces se había lanzado de lleno a lo que eran instrumentos de poder. Parecía entonces que el PSOE podía repetir una historia de disensiones como la que había tenido lugar en el PP. Sin embargo, desde que usted asumió la secretaría general de la FSA, hubo, si no armonía, sí al menos el entendimiento necesario para no incurrir en aquello.

Se le comparó a usted con frecuencia con el señor Martínez Noval, en el sentido de que no iba a dar el paso de liderar la candidatura socialista al Gobierno de Asturias y que, llegado el momento, al igual que había sucedido con su antecesor, usted podría llegar a ser nombrado ministro. A lo que se ve, esas especulaciones no se cumplirán y sucederá justamente lo contrario. A la tercera, en su caso, iría la vencida, pues, no habiéndose presentado ni en 2003 ni en 2007, sí parece que lo hará en 2011.

Son muchas las incógnitas que con su más que posible decisión se abren. En todo caso, hablamos del mismo partido que ha venido gobernando Asturias desde la preautonomía a esta parte con la excepción de la etapa de Marqués. De un partido omnipresente en esta tierra, concejo a concejo, comarca a comarca que, al margen de las intenciones que usted pueda tener, no cambiará de la noche a la mañana. Y, en el ámbito estatal, hablamos de un partido que ahora mismo es el sustento de un Gobierno cuya credibilidad va a menos a pasos agigantados, lo que, de aquí a mayo de 2011, es imposible que no tenga su influencia en Asturias.

En todo caso, don Javier, barrunto que no será muy fácil mantener la paz interna en el PSOE astur en tanto no se llegue a un acuerdo con Areces, cuyo entorno esgrime su trayectoria ganando elecciones en esta tierra de 1999 a esta parte. Cierto es que, como antes recordaba, sólo una vez obtuvo la mayoría absoluta y que en las dos ocasiones anteriores tuvo como principal adversario a don Ovidio Sánchez, dándose además la circunstancia de que la diferencia de votos no fue en modo alguno ostensible.

Convencido estoy de que hay una parte no pequeña de la sociedad asturiana que ya siente cierto hartazgo ante el arecismo, ante sus chiringuitos, sus obras faraónicas, su nepotismo y un largo etcétera. No es menos cierto que, dada su discreción, en Asturias no se tiene un profundo conocimiento de su visión política de esta tierra, aunque sí hay constancia de que no siente especial simpatía por todo lo que guarde relación con el asturianismo, ni tampoco es un apasionado de aquello que en la primera legislatura de Zapatero dio en llamarse la España plural.

De todos modos, don Javier, estoy seguro de que, sin grandes entusiasmos, entre los muchos sectores descontentos que hay en Asturias, puede haber expectativas no del todo desfavorables hacia usted tras la experiencia del arecismo.

Por ver está, de otro lado, quién será su principal adversario en las elecciones de 2011. Desde luego, salir de su despacho de la FSA para enfrentarse a Álvarez-Cascos sería un gran reto. Y, de otro lado, don Javier, habría que preguntarse si el partido de doña Rosa Díez tendrá presencia en nuestro Parlamento, así como el asturianismo.

De confirmarse su candidatura, la tarea que le espera está llena de retos, y, puestos a soñar, sería fantástico que hubiese en usted un afán de renovación que empezaría por su partido y que redundaría en la sociedad asturiana.

Pero ya se sabe que los sueños y la realidad política, incluso para la llamada izquierda, hace tiempo que no forman pareja, no ya de cama, sino ni tan siquiera, ¡ay!, de tentativa de baile.

Ya ve.