Hay que ver con qué buen cariz comienza la semana idiomática. Un tertuliano radiofónico saca su lengua a pasear: «La presidencia de Obama ha sido hasta ahora bastante impecable», sentencia el menda. Apago la radio del coche, aparco, consulto el diccionario y compruebo que «impecable» es «exento de tacha», es decir, que carece de defecto alguno. Así pues, me pregunto cómo se puede ser «bastante» impecable, porque o se es impecable o no se es impecable, no hay término medio, no hay «gradualidad», como dice la ministra Salgado cuando quiere decir «gradación». Enciendo la radio, selecciono una emisora de deportes y... ojalá nunca lo hubiera hecho.

Mira que yo me crié oyendo retransmisiones de fútbol en las que se mezclaba la pasión desmesurada («¡Pánico en Altabix, expulsión de Llompart!») con esa fase en que los aficionados nos entendíamos en una especie de pidgin, una lengua mixta basada en el inglés. Pedíamos órsay (espléndida traslación fonética de «off-side», dónde va a ir a parar eso de «fuera de juego»), increpábamos al linier (me enferma lo de «árbitro auxiliar»), exigíamos penalti, calculábamos el «golaveraje», estábamos seguros de que había sido «fau» (o sea, «fuera de banda» o quizá «falta», del inglés «foul» (que el maestro Melchor F. Díaz me corrija) y no era malo un servidor tirando «friquis», es decir, «free kicks». Ningún cambio, pues, me ha sido ajeno. Incluso dije y escuché siempre «rechace», palabra que no recoge el diccionario de la RAE, por lo que trago con el hoy habitual «rechazo», aunque a regañadientes. Pero no paso por lo que me vomita ahora la radio: «Ingresamos en el minuto noventa de partido». «Ingresar» es un verbo transitivo, por lo que cabe preguntar qué es lo que «ingresamos» en el minuto noventa: ¿unos euros en el banco, por ventura?, ¿acaso un enfermo en el hospital?, ¿la nómina? Me apresuro a añadir que también puede ser intransitivo, pero es que entonces rige la preposición «en» para que enseguida vaya el lugar, el establecimiento sanitario o la corporación en la que debamos ingresar. Pero, ¿cómo demonios se ingresa en un minuto, sea el que sea, cómo se mete uno dentro de un minuto, hombres de Dios, metafísicos del diablo? También se adornan con «ingresamos en el tiempo extra», que les repruebo y les animo a que sustituyan por «incomamos en el extrataim», para que nos muramos todos de la risa.

Al poco rato escucho que Canales es el jugador «más puesto en valor» de la plantilla del Racing. ¿Querrán decir que el joven media punta es el jugador «más valorado», fuera por el precio que debió apoquinar el Real Madrid por él, fuera por sus méritos futbolísticos? Pues, si quieren decir eso, ¿por qué no lo dicen y sin embargo emplean cuatro palabras para decir lo que tan ricamente pueden solventar con dos, castellanas ambas, siguiendo la regla que siempre ha seguido el buen hablar que es la regla de la economía del lenguaje? No repuesto en valor (a lo peor hay que empezar a hablar así), oigo cómo un par de periodistas entendidos explican que el Olympique Lyonnais anda de capa caída, que va fatal, «lo cual explica el favoritismo del Madrid», su rival en la Champions. No entiendo nada. Si los «gones» no dan una ya de por sí, ¿para qué necesita el Real favoritismo alguno, o sea, «preferencia dada al favor sobre el mérito o la equidad»? Necesitarían favoritismo si Lisandro López y compañía anduviesen como motos, pero, al no ser así, lo que el decaimiento lionés explica es que el Madrid sea favorito, así de sencillo. Tampoco entiendo «el Villarreal va ganando sobre dos a uno», porque cuánto sobra ese «sobre», incómodo huésped preposicional inútil.

Tras estos goles idiomáticos que me cuela la radio giro la ruedita del dial y... completo el día. Doña Carmen Sevilla alaba a no sé qué familia de artistas: «Es que, hijas, vosotras traéis los gérmenes artísticos de vuestra madre». Lo que a lo mejor hasta es un hallazgo lingüístico, biológico y, claro está, genético. Viva Cartagena.