La candidatura de las tres principales ciudades asturianas, Gijón, Oviedo y Avilés, a Capital Europea de la Cultura en 2016 ha sufrido un revés, ya rectificado, por parte del Ayuntamiento ovetense, al haber anunciado su Alcalde que no participaría en dicha proyecto por considerarlo poco impulsado por el Gobierno del Principado y por temer que la propuesta conjunta desnaturalizase la capitalidad de Oviedo.

Sin embargo, el Consistorio ovetense volvió a incorporarse a la candidatura horas después de la retirada inicial, con lo que Asturias volverá a aspirar a una dura prueba en la que compite con otras 13 aspirantes españolas, además de las cuatro polacas, ya que la Capital Europea de la Cultura de 2016 contará con dos sedes, como viene sucediendo en los últimos años.

Por tanto, las aguas han vuelto a su cauce y al sentido primordial de la candidatura, ya que las tres ciudades asturianas cuenta como principal mérito con la complementariedad de sus elementos culturales y de ocio. Nadie niega el valor de la Catedral de Oviedo, o el peso específico de monumentos del Prerrománico como Santa María del Naranco, o la importancia del Museo de Bellas Artes, ahora en proceso de ampliación, o de la Temporada de Ópera ovetense.

Sin embargo, a los valores de la capital asturiana hay que añadir, en el caso de Gijón, elementos como su pasado romano ejemplarmente recuperado, o su tradición industrial en parte recogida en el Museo del Ferrocarril, o el despliegue que las artes contemporáneas muestran en un enclave como el cerro de Santa Catalina -con el «Elogio del horizonte», de Chillida-, y en las restantes muestras de escultura urbana. El período contemporáneo del arte, y aun el arte más actual, también han hallado acogida en la Ciudad de la Cultura de la antigua Universidad Laboral.

Pueden enumerarse más atractivos, tanto en Gijón, como en Oviedo y Avilés, para que la candidatura asturiana adquiera peso significativo en medio de una dura prueba de ciudades competidoras, pero lo que resultaría un obstáculo imbatible sería que las propias ciudades del Principado, o el Gobierno regional, no consagraran todo su empeño en lograr esta meta.

La Capital Europea de la Cultura 2016, que será designada en 2011 por la Comisión y el Parlamento europeo, requiere un importante trabajo en equipo y la necesidad de soslayar diferencias políticas que se harán más evidentes a medida que se aproximen las elecciones autonómicas y municipales de 2011. El valor y complementariedad cultural de las tres ciudades y la satisfacción de sus habitantes y de los asturianos, en general, deberán estar por encima de otras consideraciones espurias o derrotistas.