Hemos descartado ya que el ex presidente Aznar compusiera con su dedo corazón una «peineta» cuando lo alzó frente a unos muchachos izquierdosos que saludaban con severas imprecaciones su llegada a la Universidad de Oviedo. Después de algunas investigaciones, hemos llegado a la conclusión de que lo que el ex mandatario popular hizo fue presentar ante el respetable el «digitus infamis», o «digitus impudicus», algo que ya los romanos, y antes los griegos, tenían por costumbre. Veamos una cita de Marcial: «Ríe sonoramente, Sextillus, cuando alguien te llame reina (afeminado), y muéstrale tu dedo; porque tú no eres ni sodomita ni fornicador, ni es tu apetencia la caliente boca de Vetustina».

Y Suetonio cuenta que César Augusto despidió al actor Pylades porque éste había mostrado obscenamente su dedo medio a un espectador. También hay evidencias de que Calígula extendía su dedo corazón cuando quería rechazar a alguien que le pedía un beso.

Por tanto, el dígito infame, o impúdico, pertenece a los hábitos de los tiempos más gloriosos del Imperio romano, que fueron también los de más actividad sexual de sus mandatarios. El dedo corazón es, en consecuencia, figurativamente complementario de otras partes del organismo humano. Por todas estas razones, y por haberse producido el gesto de José María Aznar en un lugar tan señalado como la muy noble, muy leal, benemérita, invicta, heroica y buena ciudad de Oviedo, cursamos aquí mismo una sugerencia: junto o enfrente de la escultura «Culis monumentabilus», de Eduardo Úrculo, ante el teatro Campoamor, ha de ser colocado de inmediato un «digitus infamis».