Pasan cosas y la gente les busca explicaciones. Un científico norteamericano, Richard Gross, que trabaja para la NASA, ha hecho unos cálculos que parecen demostrar que el terremoto de Chile (8,8 grados en la escala Richter) produjo una desviación de 8 centímetros en el eje sobre el que gira la Tierra, además de un acortamiento de 1,26 microsegundos en la duración del día. Una magnitud significativa, porque el terremoto de Sumatra en 2004 ya había supuesto una desviación de 7 centímetros respecto del eje en torno al cual se equilibra la masa del planeta pese a que su intensidad fue aún mayor (9,1 grados en la misma escala). La razones de esa diferencia, explica Gross, pueden ser dos. De una parte, el terremoto de Sumatra se localizó cerca de la línea del Ecuador, mientras que el de Chile tuvo lugar en latitudes medias. Y de otra, la falla donde ocurrió este último seísmo penetra en la Tierra en un ángulo levemente más pronunciado que la falla donde se produjo el primero.

Bien, todo esto son especulaciones científicas y los que no tenemos conocimientos serios en la materia no podemos opinar sobre ellas con fundamento. Desconozco si una desviación de 15 centímetros en el eje sobre el que gira la Tierra por causa de dos terremotos es tan peligrosa para la buena marcha de la humanidad como pueda ser una ligera desviación del eje en el delicado mecanismo de un reloj. Una distancia de 15 centímetros puede ser mucho o muy poco según la referencia de medida que utilicemos. (Hay hombres ilustres que se ponen tacones disimulados en los zapatos para estar a la altura de la mujer amada, e incautos que hacen caso de anuncios milagrosos para estirar esa parte del cuerpo tan útil para la perpetuación de la especie). Y también desconozco si, con anterioridad, otros terremotos, o algunas explosiones nucleares, pudieran haber supuesto desviaciones en el eje del planeta equivalentes a esta que nos señala Richard Gross.

En cualquier caso, no parecen haber afectado, de momento, a la trayectoria de nuestra órbita alrededor del Sol, ni provocaron cambios sustanciales en el clima ni en el carácter de las personas. A propósito de todo esto, recuerdo que, con ocasión de un viaje en tren, compré en la librería de la estación un libro sobre prácticas esotéricas y sectas secretas escrito por un químico y naturalista llamado Robert Godman. Uno de sus capítulos estaba dedicado a esclarecer las causas del terremoto de Sumatra y del subsiguiente maremoto que arrasó extensas regiones costeras del Pacífico. Citaba tres. La primera se refería a la supuesta utilización por alguna potencia militar de energía destructiva derivada de ultrasonidos (una técnica, por cierto, que no es ninguna fantasía). La segunda apuntaba a un atentado terrorista impulsado por la élite de Wall Street mediante ondas electromagnéticas. Y la tercera a una intervención de alienígenas para corregir el desplazamiento del eje terrestre. Según afirmaba el autor del libro, los alienígenas se habrían puesto de acuerdo previamente con algunos gobiernos de la zona para explicarles la necesidad de llevar a cabo esa reparación. Desconozco, por supuesto, si esa intervención tuvo el efecto deseado. Aunque a la vista de este nuevo terremoto, y de esta nueva desviación del eje sobre el que gira la Tierra, hay que deducir que no.

La próxima vez que llamen a Superman (o a Florentino Pérez). En una de sus aventuras el héroe del cómic hacía una corrección parecida sin tan trágicas consecuencias.