Hace tiempo que por las esquinas de Avilés ya no suena la gaita, sino el acordeón, como música de fondo callejera. Son jirones melodiosos de la nueva Europa sin fronteras.

Históricamente, Avilés siempre ha hecho gala de un singular gusto por la cultura y especialmente por la música. Ya le llamó mucho la atención a Jesús de Monasterio, que, perplejo, le escribió a Concepción Arenal, después del concierto que dirigió aquí (hace más de cien años), sobre el gusto musical de los avilesinos y su particular entusiasmo por Mozart. De aquélla, nació aquello tan gracioso de «Avilés, la Atenas de Asturias».

Bueno, pues una sinfonía de Herr Wolfgang Amadeus Mozart se podrá escuchar en la iglesia nueva de Sabugo, junto a otra del avilesino don Ramón de Garay Álvarez.

No todos los días se tiene la oportunidad de asistir a un acontecimiento histórico como éste. Porque el 22 de marzo, a las 8 de la tarde y en la iglesia nueva de Sabugo, se producirá la conjunción histórica de que conozcamos -y nos podamos quedar muy encantados por ello- a nuestro ilustre paisano, Ramón de Garay. Un tan destacado, como hasta ahora desconocido, compositor musical y cuya sinfonía número diez será interpretada por la orquesta sinfónica local, que lleva el nombre de Julián Orbón, el otro gran compositor aquí nacido.

La obra de un avilesino interpretada por músicos avilesinos será protagonista en la Semana de Música Religiosa, invento de José María Martínez, que lleva funcionando nada menos que 28 años, ininterrumpidamente. Todo un hito.

Será cosa emotiva, porque la orquesta avilesina interpretará su obra en Sabugo (en su iglesia nueva), parroquia donde fue bautizado Garay en 1761 (pero en la recoleta iglesia vieja). El templo actual ocupa parte del terreno donde antaño se levantó el convento de La Merced, en el que Ramón -de la mano de su padre, músico de profesión- entró a formar parte como «niño de coro».

Luego, el joven Garay fue salmista de la Catedral de Oviedo, estudiante de órgano en Madrid y maestro de capilla (lo más de lo más, musicalmente hablando) en la Catedral de Jaén, durante treinta y seis años. Nunca perdió de vista a su tierra, adonde viajaba de cuando en cuando. Entonces, venir de Jaén a Asturias llevaba una semana.

Reconocido, hoy, como uno de los padres del sinfonismo español, Ramón de Garay dejó una considerable obra musical. Es ahora cuando se empieza a recuperar gran parte de la misma, entre la que destacan nada menos que diez sinfonías.

Y hasta una ópera. ¡Caray!

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