El año es aciago para los científicos españoles. A un tijeretazo doloroso en los presupuestos destinados a la I+D se une ahora la aprobación apresurada de una ley de la Ciencia que no ha dejado contento a nadie. Numerosos investigadores de prestigio se quejan de que el texto elude las necesidades sustanciales del sector: ni incentiva cosas nuevas ni premia a los que se molestan. Puede ser otra vez una gran oportunidad perdida. No es cuestión de invertir más sino de hacerlo de otra manera para que los mejores alcancen la excelencia. El sistema educativo y el conocimiento juegan un papel decisivo en el avance de cualquier sociedad. No podemos permitir que se funcionaricen o se estanquen por dar los pasos equivocados. / Pasa a la página 2