Asistimos a la nueva versión (económica) de la cigarra y la hormiga. Por un lado, los países ahorradores, con excedentes comerciales y convertidos en grandes prestatarios mundiales: China y Alemania. Por el otro, tenemos a numerosas cigarras (EE UU, Reino Unido; también España) que, durante mucho tiempo, crecieron gracias a burbujas inmobiliarias y a comprar todo lo que querían, sin tener dinero suficiente para ello. En el mundo que funcionó hasta 2007, no importaba: se pedía crédito y asunto solucionado.

Pero llegó el invierno. Y las hormigas, que también pasaban sus dificultades con la crisis, dijeron a las cigarras que podían seguir comprando, pero, además, debían pagar las deudas acumuladas? gracias al dinero prestado por las disciplinadas hormigas.

Ahora, las cigarras se rebelan: por mucho que hayan gastado irresponsablemente, replican a las hormigas (desde la prensa anglosajona) que su postura es insolidaria. Y exigen a los países con superávit que financien a los deficitarios (como ha pedido la ministra de Economía francesa, cigarra moderada, a sus colegas alemanes). Porque, si las cigarras quebraran (como Grecia y el resto de PIGS), las hormigas no venderían sus productos y se les esfumaría su fortaleza económica (tal como advierte, también, EE UU a China).

Lo deseable es que cigarras y hormigas lleguen a un acuerdo. Pero si cada parte sigue con su argumentario actual (Alemania: si Grecia no puede pagar, que venda sus islas o la expulsamos del euro; China: si EE UU se cierra a nuestros productos, venderemos los 2.4 billones de dólares del Tesoro estadounidense y hundiremos su moneda) y no se busca una salida coordinada, se impondrá el proteccionismo o «que cada palo aguante su vela». Y eso, en los años 30, no acabó muy bien.