Cada cual es preso de sus palabras. A Jaime Mayor Oreja se le juzga estos días por lenguaraz tras haber asegurado que el Gobierno negocia nuevamente con la ETA. Compañeros de su propio partido se han apresurado a desmarcarse de sus palabras. «No está al cabo de la calle», ha dicho el número dos de la organización en el País Vasco, Iñaki Oyarzabal.

El portavoz popular en la Eurocámara y ex ministro del Interior hace ya tiempo que forma parte de ese pasado del Partido Popular que se identifica de manera más nítida que el presente con las víctimas del terrorismo, su sufrimiento, y la idea de que la ETA y la izquierda abertzale son exactamente lo mismo. En la otra esquina del cuadrilátero, la de la oportunidad política y el relativismo moral, se encuentra justamente Oyarzabal.

No sé donde ha puesto Mayor la oreja, ni de donde la viene la información que maneja para insistir en la denuncia de que un nuevo acercamiento a los etarras vuelve a cocerse a espaldas de los ciudadanos, pero el veterano político del PP solía tener un oído fino para este tipo de cosas. Me cuesta pensar que no esté al cabo de la calle como mantiene Oyarzabal.

Es posible que exista una seria incompatibilidad entre lo que realmente está sucediendo y lo que se debe decir en público. Posiblemente, Mayor Oreja haya levantado la liebre de manera algo brusca para la marcha del negocio entre socialistas y populares vascos y que tan buenos resultados aparentes está dando en la lucha antiterrorista. Puede que Mayor Oreja esté haciendo un uso partidista del derecho que tiene a decir lo que le dé la gana. Puede que mienta y haya que desmentirlo. Pero lo que no lo desmentirán son las palabras del lendakari, cuando asegura que los socialistas han perdido demasiados compañeros por el camino para pactar con la banda terrorista. O ¿acaso no los habían perdido ya en la anterior legislatura cuando las negociaciones existieron y fracasaron? Llueve sobre mojado.