Falta ya dinero para la nueva área de hemodinámica de Cabueñes, para la planta depuradora del Este, para el metrotrén, para la Universidad, etcétera. A Gijón van llegando inexorablemente los recortes o la falta de ese dinero que, a su vez, no llega a las arcas públicas porque se consume menos, porque se recauda menos, porque el 20 y pico por ciento de desempleo pasa una factura durísima.

Habremos tocado techo, como dicen nuestros mandatarios nacionales -que no es cierto, contra argumentan los sindicatos, los empresarios, los periódicos ingleses, el Fondo Monetario Internacional, la Unión Europea..., es decir, todo el mundo-; habremos tocado el techo del cielo, pero ahora viene el aterrizaje no suave, sino abrupto y prolongado.

Esto lo describen economistas divulgadores con tres o cuatro letras. La «V», de caída y recuperación rápida; la «U», de descenso, cierta duración del batacazo y nuevo remonte; la «W», de alzas y bajas de la economía durante un período largo, y la «L», que es el derrumbe seguido de una línea plana que se prolonga en el tiempo. O sea, la vertical descendente y la horizontal de permanecer en el fondo hasta sabe Dios cuando. Así que nada de techo, sino sótano y profundo.

En términos locales, las máquinas que dependen de los caudales públicos nacionales o regionales también se van deteniendo, como queda dicho. Y dado que un Ayuntamiento es la Administración más cercana al ciudadano -según expresión que tanto gusta a los repúblicos municipales-, los habitantes de la villa obtienen mejores oportunidades para percibir el descalabro.

Pero todavía hay más: a regiones y ayuntamientos les ha entregado el Estado central dinero a cuenta que tendrán que devolver en meses venideros. Todo son pulgas en el perro flaco. Se paran las máquinas y al Ayuntamiento socialista de Gijón sólo le queda esperar a que la inercia de un tercio de siglo al mando del municipio le permita poner buena cara.