La parte del Partido Popular que no desea el retorno de Álvarez-Cascos a la política asturiana ya se ha manifestado: busca un candidato alternativo porque teme que el ex ministro arme mucho barullo si vuelve a pisar por aquí. Es una buena noticia que se haya declarado públicamente, aunque todavía no lo ha hecho del todo. Pero es un paso, y ya decimos que muy bueno, ya que hasta ahora los habíamos imaginado irritados, pero temblorosos; ofendidos, pero mudos. Pues no es así: andan sacando energía de la flaqueza y están aunando pequeños empujes de aquí y de allá, y reuniendo las fuerzas que les restaron después de haberse enfrentado con fiereza a varias convocatorias electorales. Y con todo ello amasado mediante sudor y lágrimas, colocarán un nombre sobre la mesa del presidente del PP, Mariano Rajoy Brey.

Por tanto, las coordenadas siguen siendo parecidas a las ya conocidas. Decidirá el presidente popular, hombre sensible a lo nuevo, y lo hará cuando corresponda, y tras el habano que toque. Y escuchará muy probablemente a la zona del partido que en 2008 le aseguró que el candidato inapelable al Congreso era Gabino de Lorenzo.

Hay otro elemento valioso en esta marcha por la alternativa. Pilar Fernández Pardo podrá optar a convertirse en candidata, pues Gijón sigue siendo una plaza dura y lo más sabio es cambiar de roca cuando la que se ha golpeado durante tanto tiempo te ha roto unos cuantos martillos. Además, el PP está ahora más sincronizado que nunca con las tendencias contemporáneas. No en vano es tiempo de pajines y cospedales, de sorayas o bibianas.

Ítem más. Los periódicos ingleses han comenzado a meterse con Rajoy; es decir, ya no sólo son inclementes con la torpeza global de Zapatero. «The Economist» decía hace poco que la popularidad de Rajoy es baja y que su blandura le anula. Por ello conjeturamos aquí que ha llegado el tiempo de que Rajoy tome decisiones rompedoras, fabulosas, acojonantes. Que se vea en él la fiera que lleva dentro. Asturias espera el rugido.