Andaba uno en plena cavilación ante la vista de una furgoneta funeraria en la que se anunciaba tanatorio e incineración individual para mascotas diversas, acompañados de algún que otro eslogan para convencer al personal de su utilización, llegado el caso.

Bueno, tampoco me extrañó mucho, porque hace un buen montón de años conocía el sistema ya implantado en zonas turísticas de Andalucía o el Levante, cuyos residentes eran básicamente extranjeros. Pero por aquí nunca lo había visto.

Sin pretender meterme en camisa de once vares, a la vez que iba recreando la vista con el repentino destape del género femenino a cuenta de los calores de estos días atrás, iba recordando situaciones un tanto curiosas en lo relacionado con los animales, en particular los perros.

Porque ya me dirán ustedes si no resulta llamativo encontrarte en cualquier cafetería a una persona con su perro sentado en su regazo, mientras le ofrece patatas, diciéndole: «Una para ti y otra para mami». O la que pide una botella de agua y un plato para que el animal pueda beber sin problemas. Algunas llevan en un bolso con tanto mimo a su mascota, que tal parece que transportan un fino jarrón de Sèvres.

Parece lógico que en pleno invierno se les proteja con la consabida manta que los abrigue confortablemente para dar su habitual paseo, a la par de hacer sus necesidades, aunque algunos den el «cante» en exceso, pero allá penitas.

Pero lo que realmente me impactó no fue otra cosa que la contemplación de uno con gafas de sol -se supone que de marca-, sujetas con un vistoso lazo a juego, para que no se movieran.

Su orgullosa dueña lo paseaba por las calles peatonales, con terrazas a rebosar. Huelga decir que ante comentarios variopintos e incredulidad general.

Como la mayoría de nosotros somos dados a la crítica fácil, o a la chanza fina, pues igual metemos la pata, y el pobre perro -aunque parecía joven- estaba recién operado de cataratas, y sus dueños no quisieron privarlo de su diario paseo.

Y, mientras, el bueno de Marcelino, un habitual de nuestra tertulia en Casa Isaac, en La Pomar, lamentando que estos días atrás, que se operó de cataratas, Benilde -su mujer- lo tuvo «secando» dos días en casa.

Está fuera de toda duda que la cultura de tener mascotas de cualquier tipo va en fuerte aumento, pero con la consciencia de que algunos se pasan en determinados aspectos.

Una cosa es lo normal, y la otra ponerse a la altura de la chiflada de Paris Hilton, o ejemplares de su misma categoría.

Y a propósito de perros, enviar un «aviso» a la marrana, y demás familia, que a menudo lleva el suyo a desahogar a las puertas del garaje de mi comunidad. Simplemente decirle que -de momento- la tenemos presente en nuestras oraciones, amén de acordarnos de sus ancestros, sobre todo cuando el hij@ de perra nos deja sus recaditos, y marca la zona para sus congéneres.