Dice la copla que «una mañana de mayo, cogí mi caballo y me fui a pasear?». Yo lo hice una tarde y me pasé a la otra orilla de la ría de Avilés, que también es puerto de mar.

Y todo por llegar a Manzaneda, a tiro piedra del Cabo Peñas.

En esta mítica zona de Asturias están plantadas construcciones de arquitectura románica rural, con muchos siglos a cuestas, que componen el llamado «románico del Cabo Peñas», en municipios de Carreño y Gozón. En este último están situados el hermoso pueblo de Manzaneda y su iglesia de San Jorge.

En Asturias -como somos muy grandones- tenemos un patrimonio arquitectónico morrocotudo, abundante en prerrománico, románico y gótico. Yo le añadía, en su día, una subdivisión, en función de algunos lamentables estados de conservación: «Premarránico», «marránico» y «góchico». Vean el ejemplo de San Julián de los Prados (Patrimonio de la Humanidad, a la entrada de Oviedo), prerrománico (siglo IX) derivado en «premarránico» (siglo XXI) al que, gracias a Dios supongo, están limpiando su tejado de una arcaica maleza donde comenzaban a crecer un par de pinos y una palmera. Algo milagroso, creo yo.

Pero en San Jorge de Manzaneda se ha llegado a límites insospechados. Sépase que es éste un bello templo construido en el siglo XII, con una portada gloriosa y un ábside dichoso. Pero el entorno? Ay, amigo? ¡el entorno es la leche! la madre del cordero, la Biblia en verso, lo nunca visto en el excelso arte románico.

En un paisaje rural y cercando a esta iglesia -y a su cementerio- confluyen toda una selva de cables, postes metálicos, de madera, torre de alta tensión y hasta un transformador aéreo. Aquello es uno de los atentados al buen gusto más gratuitos que verse pueda, aderezado por la excitante proliferación de chapas advirtiendo «Peligro de muerte».

El templo de San Jorge ha sido declarado hace unos meses Bien de Interés Cultural (máxima protección legal). Por lo que deducimos que, oficialmente, ha nacido el románico eléctrico, gracias a las bendiciones de la autoridad competente, incapaz de poner orden en torno a este monumento, ahora con demasiada chispa.

El patrimonio artístico de Asturias es como aquella moza maltratada por pena de amores no correspondidos. La que la copla canta que: «Deja que la niña pene / que pene sus penas de amor / que para la pena que tiene la niña / mientras más pene mejor».

Que cada cual interprete la cantinela a su entender. En especial, la autoridad correspondiente. Es decir: la competente, o lo que sea.

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